tag:blogger.com,1999:blog-29878220637029586242024-03-12T17:59:43.420-07:00APUNTES DE OSVALDO AGUIRREEl poeta rosarino Osvaldo Aguirre inaugura una sección especial para www.lainfanciadelprocedimiento.blogspot.com:
una serie de textos, poemas, fragmentos elegidos y enviados por él sobre la infancia, las relaciones afectivas, el amor.Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.comBlogger16125tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-931975643715911062007-09-19T17:59:00.000-07:002008-11-13T02:27:49.244-08:00"...ESE MUNDO TAL COMO EXISTE EN MI MEMORIA..."<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjS2jatyP0GyHwPjmf-k7jPnuJb7TRjHIzITXPt1a057thlr5x3yuFKXNVJ7vET5LSshhZomhc6WNTPCOrs5LBG7-WH2-GZsB0j7wyxIlNP92yX6lnCj3p7ZcCUg06LmtgBx2Q_udmnO6Q/s1600-h/100_1180.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjS2jatyP0GyHwPjmf-k7jPnuJb7TRjHIzITXPt1a057thlr5x3yuFKXNVJ7vET5LSshhZomhc6WNTPCOrs5LBG7-WH2-GZsB0j7wyxIlNP92yX6lnCj3p7ZcCUg06LmtgBx2Q_udmnO6Q/s320/100_1180.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5112089233997100546" border="0" /></a><br /><span style="font-weight: bold;">Calle 46 número 1081</span> <span style="font-weight: bold;"><br />Un ayuda memoria</span><br /><div style="text-align: justify;"><br />La primera imagen del mundo exterior fue una mansión embrujada. Estaba en la esquina de mi casa, y yo tenía que pasar por la vereda cada mañana, cuando iba a la escuela. Era una construcción vieja y de techos altos, diferente de las del resto de la cuadra. La mujer que la ocupaba hacía tareas de costura, arreglaba ropa, cambiaba cierres. ¿Cómo se llamaba? No sé. La modista, así le decíamos.<br />Era viuda y tenía un hijo; un vago, según mi madre, ya que se pasaba el día jugando a las cartas en el buffet del Círculo Italiano, el club donde yo practicaba básquet. Parecía un tipo extraño, pero tal vez sólo porque iba y venía, en general por la noche, sin saludar, abstraído en sus pensamientos. Recuerdo que se peinaba con fijador y fumaba.<br />Mi madre le llevaba trabajo a la modista y solía pararse a charlar con ella, aunque no mucho tiempo, cuando iba de compras al mercado Vero-Car, a la vuelta de casa, o más allá, a la carnicería de Susana, a una cuadra de distancia. ¿Irma, se llamaba? Se me ocurre, no estoy seguro. Al menos un par de veces acompañé a mi madre, pero casi me quedé parado en el marco de la puerta: las maderas del piso crujían, estaban rotas, parecían hundirse cuando uno pisaba. No había otros muebles que una mesa y unas sillas; una sola luz iluminaba ese ambiente y dejaba el resto, los rincones y los techos imprecisos de la habitación, en sombras. El miedo que me daba el caserón se extendía a la figura de la modista, sobre todo cuando la veía al caer la tarde, caminando cabizbaja y apurada, de negro, hacia ese horrible lugar.<br />De ahí había que seguir dos cuadras, por veredas arboladas y anchas, para llegar al “jardín zoológico”, como se decía. La distancia parecía enorme, porque cada casa y cada persona que uno cruzaba en el camino tenía su pequeña historia. En aquella época yo podía tardar mucho en hacer esas dos cuadras, y ahora voy demasiado rápido. Es que esta zona se me vuelve borrosa, por más que me concentro sólo rescato el frente del mercado donde hacíamos las compras, la casa de los dueños de ese negocio y, ya en la esquina, lo de Bianucci y enfrente la casa de Silvina Vila, una de las chicas más hermosas del mundo. Cierro los ojos y aparece, difuso, el frente de una casa, con un patio adelante, arbustos, quizá ligustrinas. Estoy seguro de haber estado allí, pero, ¿por qué?, ¿quién vivía en esa casa?<br /><br /><br />El zoológico ocupaba una enorme manzana frente a la escuela número 3. Cuando yo cursaba sexto grado, la escuela cumplió 75 años y entre los actos de celebración se decidió colocar un monolito, en el frente, con un mensaje dirigido a los niños del futuro y que sólo podía revelarse transcurridos veinticinco años, es decir en el 2000; ignoro si esa condición se cumplió y, en tal caso, qué decía el mensaje. En ese momento me parecía una fecha lejana y fantástica.<br />En determinadas épocas del año, a la salida de clases, nos esperaban vendedores de figuritas; yo los veía como personas grandes, pero tal vez no lo fueran tanto. Eran momentos felices, porque nos regalaban sobres con las nuevas figuritas lanzadas al mercado, con las que después nos entreteníamos en los recreos. Entre las primeras que coleccioné estaban las chapitas, que dejaban una marca en el dedo pulgar, de tanto jugar a la tapadita, y luego otras que venían en cartones rectangulares, con fotografías de los equipos (incluso de primera B) y redondos, con las caras de los futbolistas. Nunca pude completar un álbum, y tampoco conocí, me parece, a nadie que hubiera ganado la pelota número cinco que, por lo general, constituía el premio. Llegué a conocer las figuritas de Platos voladores... al ataque! Circularon cuando yo tenía seis o siete años (esta fecha la pude determinar hace poco) y tengo el recuerdo borroso de haber visto, con asombro, esos cartones donde se relataba la historia de una invasión extraterrestre, con caracoles gigantes y rayos mortíferos.<br />Cuando teníamos hora libre, o había que salir de picnic, por ejemplo en el día del estudiante, lo más común era que fuéramos al zoológico. Si quedaba cruzando la calle. Se extendía alrededor del Field Mitre, la cancha de fútbol más importante de la pequeña ciudad donde yo vivía. Desde el patio de casa, los domingos por la tarde, podíamos seguir el desarrollo de los partidos por los gritos de la gente y las bocinas de los autos y camionetas, estacionados dentro del estadio. Como había tribunas sólo en uno de los costados, los vehículos podían ubicarse detrás de los arcos. En el verano los partidos se jugaban de noche, y ese ruido se mezclaba con los rugidos de la pareja de leones que constituía una de las atracciones del zoológico y con los chillidos de los chajás y otras aves, nerviosas por el alboroto que llegaba desde la cancha.<br />En las noches de verano cenábamos en el patio, en lo que llamábamos la mesa del patio, una mesa redonda de mármol y granito. Teníamos una hamaca, de madera, pintada de azul, y un sendero de baldosas iba hacia el gallinero, en el fondo. A un costado, detrás del tendedero de la ropa, estaba el galpón, como llamábamos a una habitación donde mis padres guardaban las cosas en desuso y yo apilaba algunas revistas que quería guardar, como El Gráfico, o fascículos de las colecciones que intenté seguir hasta el fin, como la Fútbol. Historia del profesionalismo o Conocer el mundo. Después de comer, con mi hermana jugábamos a contar las estrellas. Pensábamos que se podía alcanzar el cielo con una escalera suficientemente alta, y mi padre se reía cuando lo decíamos.<br />Recuerdo haber presenciado un partido en el Field Mitre entre un equipo local, Racing, que usaba camiseta azul y negra, con otro de una ciudad vecina. La cancha estaba repleta de gente. Con unos amigos subimos al techo del vestuario de los jugadores, desde donde transmitían las radios locales. Creo que fue la primera vez en que vi reunida una multitud; tenía la sensación de asistir a un acontecimiento importante. El resultado del partido quedó en segundo plano ante ese espectáculo.<br />Pero entre los equipos que vi jugar el que más me interesó fue Sportivo Agrario. La camiseta era roja y blanca, a rayas verticales. Nunca hizo ninguna buena campaña y no tenía divisiones inferiores ni hinchada. Lo extraordinario consistía en que venía del campo, de un punto no determinado del campo; su cancha, incluso, se encontraba en algún punto de las afueras de la ciudad –que lamentablemente no conocí- y el equipo, en fin, parecía llegar como de otro mundo. Uno de los jugadores se llamaba Alegre y otro, que jugaba de nueve, Caballé; la gente los cargaba por sus apellidos.<br />La cancha del Field Mitre estaba rodeada por una pista de tierra, donde se hacían carreras de bicicletas. Esto ocurría los domingos por la mañana. En la ciudad había un chico de 6 o 7 años que ganaba todas las competencias en que participaba. Pero una carrera de bicicletas era lo más aburrido que pudiera imaginarse, por lo menos en ese lugar: simplemente se trataba de dar una infinidad de vueltas en círculo, como en una calesita.<br />Parecía más interesante recorrer el zoológico. El corredor de acceso al Field Mitre, que tenía grandes portones rojos (esto lo registré en una nota previa a la escritura; pero ahora no estoy seguro o, mejor dicho, olvidé el detalle, como si el hecho de ponerlo por escrito significara instantáneamente olvidarlo), separaba dos sectores. Del lado izquierdo estaban la jaula de los leones, la de las aves de rapiña, que olía a carne podrida y mostraba una notable variedad de ejemplares, las de otras aves o animales que no podría precisar, una zona de juegos para chicos y la casa del encargado, el viejo García.<br />Como en un sueño, recuerdo que le hice una entrevista al viejo García, cuando en la escuela preparábamos un noticiero que a la tarde leíamos por Radio Impacto, una emisora local de circuito cerrado. Elegíamos algunas noticias en el diario, las redactábamos con nuestras palabras, según nos pedía la maestra, y luego leíamos los textos al aire, con una compañera de curso que se llamaba Andrea Fioravanti. También hacíamos alguna entrevista, pero sin grabar, sólo tomábamos notas. Todo esto es una conjetura. Tengo presente, en cambio, el estudio de Radio Impacto, amplio y vidriado, desde el cual podía verse la calle, una calle más o menos alejada del centro de la ciudad, ¿calle 49 y 23? (la principal era la 47). Por la 23, en todo caso. O por la 22. Y bueno, el viejo García era un hombre amable, delgado y de aspecto frágil; había fundado el zoológico, que más tarde, creo, tomó su nombre.<br />Del lado derecho, antes del edificio de la planta de agua potable de la ciudad, se alineaban, entre otras, una jaula con monos, otra con una pareja de pumas, un enorme espacio, cerrado con un tejido de alambre, donde convivían aves de corral y pájaros diversos, una especie de museo de ciencias naturales y un altar con la efigie de una virgen. Cada jaula tenía un cartel con el nombre vulgar de la especie, el nombre científico, su hábitat y quizá algún otro dato, como el tipo de alimentación o algún rasgo característico. En particular me llamaba la atención el oso. Ignoro qué tipo de oso era, porque aparecía muy poco en público: pasaba el tiempo escondido en una cueva de cemento, y muy de vez en cuando se daba un chapuzón en la pileta de que disponía.<br />El museo era una cabaña con cuatro habitaciones pequeñas. Al ingresar uno se topaba con los restos de un gliptodonte hallados en la zona rural de la ciudad. Quizá en Las Gamas, una estancia donde mi padre solía ir a trabajar como veterinario. O en Santa Juana. Pero era apenas un caparazón informe, sin mayor relieve, colocado sobre una base de cemento. Como que te dejaba con las ganas. Impresionaba más la cabeza del ciervo que colgaba en la pared, con su desmesurada cornamenta.<br />La segunda sala estaba siempre cerrada –debería ser un depósito o algo así- y en las otras se alineaban animales embalsamados –serpientes, felinos, una enorme lechuza colgada del techo, con las alas extendidas y los ojos fijos en quien la mirara- y objetos resguardados en vitrinas y cajas vidriadas, de los que sólo recuerdo restos de un aerolito caído en algún punto del Chaco y un trozo de turba malvinense. Parecía extraño ese pedazo de tierra compacto, extraído de un suelo tan lejano.<br />Silencioso y en general poco visitado, el museo tenía su encanto. Las cosas allí se ofrecían a la mirada y a la vez no terminaban de develarse, conservaban su distancia, una distancia en la que ahora se vuelven difusas, como si de pronto yo las observara en el agua, hundiéndose en el agua.<br /><br /><br />En el altar del zoológico tuve mi primera cita con una chica, Cecilia, una compañera de la escuela. Fuimos con otra pareja, Andresito y Andrea, sí, la misma con la que hacíamos el noticiero de Radio Impacto. Y Andresito, Andrés Boffa, era un gran amigo, los padres tenían una heladería y toda su familia era hincha de Boca, como la mía.<br />Corrimos de la mano por el zoológico, entre gritos y risas, y nos frenamos para darnos un beso en la boca. Fue una experiencia tan fuerte -no hubo más que tomarse de las manos para dar ese beso- que resultó insoportable y al día siguiente nos peleamos en el patio de la escuela, incluso después que alguien tocara la campana que anunciaba el fin del recreo. Además nos paramos en forma paralela con la otra pareja, lo que hacía que cada una hiciera de espejo de la otra; y cuando dijimos “ahora”, Andresito rozó la mejilla de Andrea y yo di ese beso de boca. Cecilia, creo, esperaba también un beso en la mejilla. Tal vez la pelea no fue estrictamente al día siguiente, pero en mi memoria la historia ha quedado como un día de amor y un día de odio. De pronto nos detestábamos con todas nuestras fuerzas. Esto ocurrió a los 9 años.<br />También frente a la escuela, pero en la cuadra siguiente, había un quiosco, seguía la casa de la abuela de Andrés Arce, en cuyo gallinero guardamos una enorme pila de botellas vacías, que después revendimos para el viaje de fin de curso de séptimo grado, y la casa de Andrés Arce propiamente dicha. Andrés era otro compañero de la escuela; la muerte de su padre me impresionó mucho. Fui con el grado al velatorio, y nos quedamos creo que formados cerca del ataúd. Este hecho fue contemporáneo, me parece, con la muerte de Perón: durante varios días no hubo clases y en la televisión sólo había imágenes de la gente que iba a despedirlo. La muerte del padre de mi compañero era más real, y me conmovía, supongo, porque en esa época yo tenía la costumbre de leer los avisos fúnebres de los diarios y ya había descartado, creo, una teoría que había elaborado no sé bien cuándo pero según la cual la existencia de la humanidad seguía un ciclo determinado, por el cual llegaba hasta cierto año y a continuación volvía a comenzar, con las mismas personas. Años más tarde, en fin, reencontré a Andrés Arce en la ciudad de Santa Fe, donde él estudiaba ingeniera química, pero no nos dimos mucha pelota.<br />Detrás de la escuela, ya en dirección a mi casa, estaba la sede de Sportivo Barracas, equipo del cual éramos hinchas por razones de vecindad. El frente, que ocupaba justo una ochava, lucía el escudo del club, con los colores rojo y naranja, a rayas verticales, que identificaban la camiseta. Se ingresaba a un enorme bar, donde los adultos jugaban a las cartas, y de ahí se salía a lo que había sido una cancha de básquet, con piso de cemento, desprovista ya de sus tableros, y a otra de tierra, sin nada de pasto, donde jugábamos al fútbol. La cantidad de chicos era tal que armábamos varios equipos y disputábamos torneos a lo largo de toda una tarde. A veces la pelota iba a parar a la calle; se aplicaba la regla el que la tira la va a buscar. Si no me engaño, la cancha de básquet daba a un escenario en ruinas, probablemente usado en otros tiempos con fines artísticos y en cuya parte trasera investigué algún día, con compañeros ahora borrosos, sin resultados memorables. En el fondo del terreno estaba la cancha de bochas, a la que solía ir don Pascual, un vecino de casa. Daniel, el empleado de mi padre, jugaba de 6 o de 3 en la primera de Barracas, en los torneos comerciales que organizaba durante el verano el párroco de la ciudad e incluso en el seleccionado de la liga local; una vez me reveló que la norma del defensor era que el delantero no debía pasar, a cualquier precio.<br />Enfrente del club, en equis, estaba la casa de los Vila. Durante un verano traté sin suerte de conquistar a Silvina, la hija menor de los Vila, haciéndome el chistoso y con la incomprensible oposición de mi hermana, muy enojada por mis bromas y payasadas. Ahora que vuelvo, digamos, a pasar, aparecen otros detalles: después de lo de Vila había una casa con un portón delantero guardado por un enorme perro, lugar al que alguna vez entré, pero no sé con qué motivo, seguía otra casa misteriosamente cerrada -¿estaría desocupada?- y luego, no sé cómo pude olvidarlo antes, la casa del viejo Trejo y la de la señora Romito y su hija, Adriana, que más tarde vendieron para radicarse en Mar del Plata.<br />Trejo vivía solo en una enorme casa cuyos fondos, con plantas de naranjas y mandarinas, daban a nuestro patio. Creo que alcancé a conocer a su mujer, pero no tengo registro de su muerte. En cambio, recuerdo que con mi hermana le decíamos a mi abuela, mi abuela materna, la Nona, como la llamábamos, por su origen italiano, le decíamos, entonces, que podían formar pareja, ya que ella también era viuda. En broma y a la vez en serio, para que dejara de vestirse de negro y se alegrara un poco.<br />-Yo me voy a morir –solía decir, de pronto-. Me falta poco.<br />Pobre, era insoportable. Desde que falleció mi abuelo hasta su propia muerte, casi diez años después, siempre, en invierno como en verano, llevó luto.<br />En la casa de Trejo, además, había varios gatos, que por la noche pasaban a nuestro patio, donde siempre hubo alguna gata, o bien daban vueltas por el techo de casa o por la medianera de los vecinos, los Franquet. Eran una pareja algo más joven que mis padres, con un hijo, Marcelito, muy amigo mío en una época, aunque yo le llevaba varios años.<br />Marcelito tenía un problema en la vista, por lo que llevó un ojo vendado durante mucho tiempo y después usó anteojos. Jugaba bastante bien al fútbol, aunque su actuación se veía resentida por una curiosa costumbre: cuando sentía ganas de mear, en vez de ir al baño o buscar un lugar al efecto, se ponía a saltar tomándose la entrepierna con una mano e incluso con las dos. El padre era uno de los dueños de Emisora Colón, la competidora de Radio Impacto. En casa teníamos Emisora Colón, que sintonizábamos a través de una especie de parlante ubicado en un rincón del comedor. Los días de lluvia a mi padre le interesaba saber la cantidad de agua que había caído, no sólo en la ciudad sino también en los distintos puntos de los alrededores. A veces, los domingos, mientras hacía algo en el patio, o lustraba sus botas de vacunar, escuchaba los partidos de la liga local. Y no tenía que sentirse el vuelo de una mosca cuando pasaban el pronóstico del tiempo. A mi madre, en cambio, le interesaba saber qué se decía cuando moría alguna persona más o menos conocida. Por mi parte, uno de mis deseos más fuertes era hablar por Emisora Colón; lo logré una vez, aunque no podría decir a propósito de qué. Lo de Radio Impacto duró más tiempo, creo que todo mi cuarto grado. Recuerdo que entonces me sorprendió ver las carpetas de los anuncios publicitarios, unas tarjetas escritas a máquina y plastificadas. Pero Radio Impacto no era tan escuchada como Emisora Colón.<br />La señora Romito, alta, delgada, tenía la costumbre de retorcerme los cachetes y preguntarme de quién eran los pocitos que se me formaban en la cara. Adriana, la hija de la señora Romito, fue la única persona que compró todos los números de El Informe, un diario que hice con mi gran amigo Carlitos Picapiedra a los 11 años. Carlitos vivía a la vuelta de la manzana, por la calle 22. Levantábamos las noticias de La Nación –el ataque de la guerrilla a un cuartel militar de Azul, por ejemplo- y las mezclábamos con adivinanzas y trabalenguas que yo copiaba de la última página de Anteojito. Yo me encargaba de la redacción y Carlitos de la impresión, en un mimeógrafo que le regaló su madre, cuando se enteró de nuestra iniciativa (en el primer número copiamos a mano toda la tirada, no sé cuántos ejemplares). Sacamos unos treinta números, tres o cuatro por semana, durante un verano; con las ganancias compramos golosinas para instalar un quiosco, pero esto ya no nos interesó demasiado.<br />El señor Romito era un hombre corpulento y moreno; se lo veía muy poco, de manera que se trataba de “la casa de la señora Romito”. Sin embargo, cuando tomé la comunión y recorrí el barrio con la noticia, todavía de camisa blanca y pantalón negro, el señor Romito fue el que más plata me regaló (con ese fin se hacían tales visitas).<br />Por la misma calle, la 23, en la esquina con la 46, es decir frente a la mansión embrujada, había un chalet cuyos ocupantes, me parece, cambiaban de vez en cuando. Quizá era una casa que se alquilaba. Allí pude ver, asomándome por una ventana, si es que no fue un sueño, a una mujer paseándose desnuda.<br /><br /><br />Sobre la calle 46, en dirección a la estación del ferrocarril, que cerraba el área urbana, lo primero para destacar sería un taller de relojería. No recuerdo a la persona que lo atendía pero sí a su hijo, un chico de orejas muy grandes y aspecto triste. No tenía amigos; por lo menos siempre lo vi solo, sentado en el umbral del taller o caminando por la cuadra, con paso lento, abstraído.<br />En la esquina con la calle 24 estaba la fabulosa casa de los hermanos Gallego. En la terraza tenía una gran pileta, donde solíamos ir en el verano. El padre de los Gallego era gerente de Morgan, la empresa más importante de la zona. En la vereda de enfrente, la despensa de Pedro Pedretti llamaba la atención de los clientes con viejos carteles de chapa de Seven Up y Crush. Se me hace un blanco hasta llegar a la esquina, a la carnicería de Susana, mujer de voz y rasgos masculinos. A la vuelta, por calle 24 en dirección al Zoológico, estaba la despensa de los Zaniboni, cuyo hijo retardado solía dar vueltas por la ciudad en bicicleta, y la casa de Rossi, apodado “el loco” por los violentos accesos de furia con que solía reaccionar ante la menor oposición a su voluntad.<br />En el otro sentido, en la esquina de la 46 y la 24, estaban la casa y la heladería de los Boffa. Fanáticos de Boca y de Porteño, equipo local cuya cancha quedaba en las afueras de la ciudad, los hermanos Boffa se peleaban cada dos por tres por cuestiones de fútbol. Discutían por tal o cual jugador o por cómo había jugado Boca, por ejemplo. El mayor, Julio, hacía engranar al más chico, Andresito, mi compañero de aventuras en aquella iniciación amorosa que ya relaté. Andresito era bastante chinchudo, y Julio le hacía burla y lo trataba de maricón cuando le daba intervención en el pleito a la madre. El clima se ponía espeso cada vez que Boca, o Porteño, perdían; y no hablemos si tenían una mala campaña.<br />En la parte trasera de la heladería dio clases durante un tiempo una profesora de inglés, con la cual estudié entre los 6 y los 9 años. Era una mujer gorda, creo que petisa, como de 30 años, supongo. Es lo que recuerdo de ella. Y que era simpática, nada que ver con la profesora que años más tarde tuve en la escuela, una vieja de carácter agrio y con cara de “estoy oliendo mierda”. Cada vez que alguien entraba a la heladería y preguntaba qué gustos había, la gorda resoplaba y empezaba a recitar, parodiando a la madre de Andresito, que atendía el negocio: “sambayón, vainilla, chocolate, limón...”. Lo más interesante de inglés era que a fin de año teníamos que hacer un pequeño viaje: ir a Pergamino, a la Cultural Inglesa, para rendir. Al tiempo, a través de la profesora, nos entregaban un diploma que certificaba la aprobación del examen y el paso al nivel siguiente. A veces los diplomas llegaban rápido y otras tardaban; podían ser de distintos tamaños. Las clases se suspendieron cuando se descubrió que la gorda había falsificado gran parte de esos diplomas; sus alumnos, en general, habíamos rendido siempre o casi siempre mal, y ella no se atrevía a dar esa noticia a nuestras madres.<br />En la esquina de la 47 y la 24 había una panadería, a la cual íbamos ocasionalmente, cuando el mercadito Vero-Car estaba cerrado. En una época comprábamos en la panadería de Maruca, cuya ubicación ya no recuerdo. Maruca tenía parientes en General Gelly, cerca del campo donde vivían mis abuelos paternos, y me recibía con cierto aspaviento cada vez que iba, como si fuera a visitarla desde un lugar lejano; hacía unas facturas muy ricas. A la vuelta, yendo ya para la 25, estaba el kiosco de Chilo, un viejo de aspecto enfermizo que vendía revistas usadas. Un par de cuadras más adelante se extendía la estación de trenes, donde solía andar en bicicleta con Andresito, o con Carlitos Picapiedra. Una vez me caí y me raspé las rodillas hasta sangrar con el pedregullo que cubría el piso.<br />Al lado de la estación había una cancha de fútbol. Tenía un poco más de pasto que la de Barracas. Allí hicimos un partido entre un equipo que armamos con Andrés Boffa y Marcelito y otro de chicos de ese barrio. El trato era que cada jugador del equipo perdedor debía pagarle un helado a otro del ganador, en la heladería de Boffa. Jugamos un amistoso, y como perdimos 5 a 0 me preocupé por conseguir refuerzos -entre otros, incorporamos a Andrés Arce, que jugaba muy bien y estaba en las inferiores de Barracas-, lo que provocó el enojo de Boffa, sobre todo porque él quedaba desplazado al banco de suplentes. Llegó la final y fue muy disputada. De estar 3 a 1 abajo pasamos a ganar 5 a 3 y finalmente perdimos 6 a 5. Creo que esa fue la primera actividad grupal que organicé.<br />De la calle 47 hacia el este es poco lo que recuerdo. Muy de vez en cuando pasaba por el bulevar 50. Por ejemplo, una noche de carnaval, cuando entre otros artistas habían llegado dos bailarinas brasileñas, que eran como dirigidas por un tipo vestido de blanco y con sombrero tipo galera. Las bailarinas, negras, exuberantes y apenas vestidas, hipnotizaron el público, que siguió en silencio el espectáculo.<br />En la calle 23 entre 48 y 49 estaba, creo, la casa de Guillermo, que coleccionaba Lúpin y fue un buen compañero de banco en sexto grado. En el fondo había un taller con herramientas, ordenado y pulcro, donde solíamos pasar la tarde. Contagiado por su entusiasmo empecé a comprar Lúpin. Era una revista de formato apaisado que publicaba historietas –Sal tapones, especie de científico aficionado, Mosca Kid, un boxeador de ojos enormes, el propio Lúpin, aviador, entre otras- y planos y explicaciones de cosas para hacer, sobre todo en aeromodelismo. Un poco en la línea de las antiguas revistas de hobbys. Jamás armé alguna maqueta ni hice alguno de los experimentos que se proponían con mucho detalle.<br />Por ahí cerca vivía Rubén Alvarez, con quien tuve amistad en edad más temprana. Hacíamos carreras con kartings -yo tenía dos: uno amarillo, réplica en miniatura de un auto de carrera, y otro rojo. Una noche, en Barracas, participé en una carrera en serio de kartings, y después presencié una competición de alguna fórmula menor en el autódromo de la ciudad, un circuito de tierra ubicado en las afueras. Siendo muy pequeño, una vez que mis padres me dejaron en casa de Rubén para jugar con él, quise luego volver solo, y perdí el rumbo. Sin saber qué hacer, me puse a llorar en la calle; pude volver a casa gracias a unas chicas, que se apiadaron y consiguieron que les explicara o les diera alguna referencia acerca de dónde vivía. Era verano, una noche de verano; mi madre tomaba fresco en la vereda, y de paso esperaba la llegada de mi padre de la veterinaria.<br /><br /><br />El centro de la ciudad se extendía sobre la calle 47, entre 20 y 23. El eje estaba dado para mí por la veterinaria de mi padre, en calle 21 entre 47 y 48: Veterinaria Belgrano, se llamaba. La vidriera, que ostentaba ese nombre con letras góticas, exhibía pollitos bebé, dentro de una especie de incubadora, y bolsas de alimento para perros, creo, tal vez algunas cosas de jardinería. De acuerdo a la demanda, los pollitos bebé llegaban una vez por semana o cada diez días y en general se vendían rápido, pero en pequeña cantidad; se los ponía en una caja con una pizca de alimento balanceado y, con una tijera, se hacían algunos orificios en el cartón, por donde pudieran respirar. Había también una gran heladera, cerca de la puerta, donde mi padre guardaba los frascos con vacuna contra la aftosa, la peste porcina (Sinpest, se llamaba), la brucelosis, etcétera, y en frente un exhibidor con paquetes de semillas. Recuerdo los bulbos de marimonias, por la expresión, que me parecía graciosa y me quedó sonando una firma, el semillero Vernazza. También me llamaban la atención los nombres de los laboratorios y de los remedios, muchos de los cuales aún conservo. Estrepto-pendiben, por ejemplo. Ya no recuerdo qué laboratorio lo elaboraba ni para qué servía. Terramicina es fácil de memorizar, porque tenía mucha salida; era un polvo blanco que venía en grandes tarros y se vendía suelto. Lo hacía Pfizer, cuyo viajante, el doctor Vaquero, le había dado a mi padre un hermoso cartel amarillo y blanco con el nombre de la veterinaria y sus especialidades: “sueros y vacunas O´Grady”. Pfizer también hacía obsequios a fines de año, cajas con lociones y perfumes. Si no me equivoco, Terra-cortril venía en aerosol y curaba las heridas de las vacas. Blocksal era el único producto del laboratorio del doctor Mattiazzi, de Junín: como su nombre lo indica, eran bloques de sal que se ponían en los bebederos de las vacas.<br />Mi padre recibía a los clientes al final del salón, detrás de un largo mostrador. A un lado tenía un escritorio que hacía de caja y a la vez le servía si tenía que redactar una carta o algún tipo de documento relativo al movimiento de la veterinaria. Supongo que este escritorio era de sus primeros momentos en la ciudad, ya que mi padre, y en general mi familia, siempre se ha enorgullecido de atesorar ciertas cosas, es decir, de cuidarlas, de preservarlas a través del tiempo, como si esas cosas, en tanto sean útiles, exigieran una fidelidad. Hablo de cosas comunes, pero que sin embargo resultan extraordinarias por ese mismo trato que se les dispensa. Y que son preciosas porque quedaron ligadas a un suceso, a una persona, como si fueran una huella, o también un simple hilo, pero un hilo del cual se puede tirar para que fluya, incontenible, la memoria. Por ejemplo, mi padre usó durante más de cincuenta años un reloj que le habían regalado después de su primera comunión. No parecía demasiado atractivo, pero sí muy eficaz, ya que según decía apenas tuvo que llevarlo un par de veces a reparar; el recuerdo de la primera comunión, perdido cuando dejó de usar ese reloj y se compró uno nuevo, se entrelazaba con el juego de buscar las cuevas de las lechuzas, en el campo, o de ponerles cigarrillos encendidos a los sapos, para ver cómo reventaban. Y no es que tenga un afán de acumulación, más bien al contrario, ya que el sentido especial de los objetos se ha afirmado, en mi familia, a partir de todos los objetos desechados en el mismo acto: tan importante como guardar, me enseñaron, es tirar, desprenderse de las cosas que no dicen nada. A menudo mis padres discutían al respecto, y en particular mi padre le reprochaba a mi madre que guardaba tan bien las cosas que nadie las podía encontrar: en ese caso, guardar era lo mismo que tirar.<br />Si la charla se extendía, o el cliente venía directamente a pasar un rato conversando, tomaba asiento en un sillón de cuero negro, frente al escritorio. Allí me instalaba yo, también, para leer el diario, y a veces un libro que recibía mi padre, donde se compendiaba, creo, el conjunto de productos veterinarios en curso, con sus datos técnicos, los del fabricante y el precio. Las paredes estaban cubiertas por estanterías con medicamentos, ordenados en dos grandes áreas: productos para la casa (hormiguicidas, por ejemplo) y para el campo. Había también anuncios de remates de hacienda y afiches de propaganda de medicamentos -por ejemplo el del hormiguicida Camani, con el dibujo de una hormiga que cargaba, confiada, un grano de veneno rumbo al hormiguero.<br />Después seguía otra sala, que constaba de un baño, un cuarto con un calentador, que Daniel, el empleado, usaba para preparar mate, y una salita donde había una biblioteca que mi padre conservaba de su época de estudiante, la máquina de escribir que empecé a usar tras hacer un curso de dactilografía en la Academia Mayo (47 entre 21 y 22, apenas a media cuadra de la veterinaria) y otra heladera, donde me llamaban la atención unos pomos de colores que se utilizaban para conservar en frío las vacunas. Como esos pomos eran insuficientes, a veces mi padre me pedía que hiciera bolsas con cubitos de hielo.<br />Al fondo del local había un depósito, donde se guardaban cajas vacías y bolsas de alimento balanceado. Con techo de chapa y piso de cemento, era muy caluroso en el verano; daba a los fondos de una concesionaria de vehículos tipo Rastrojero.<br />Cuando Daniel tomaba vacaciones, y mi padre salía temprano por la mañana hacia algún campo, en general para vacunar hacienda, yo debía abrir la veterinaria y atender a los clientes. No me hacía problema con los precios de los medicamentos. Si estaban indicados en los bordes de las estanterías, en cartoncitos prendidos con chinches. Como había inflación, anotaba los precios en lápiz. Mi padre me pagaba muy bien por hacer ese trabajo, y yo gastaba la plata en libros de las colecciones Billiken y Robin Hood, que compraba en la librería de Nicola. El dueño, Nicola propiamente dicho, era enano; la librería parecía grandísima, pero apenas tenía un pequeño anaquel con libros. ¡Lo acabo de recordar! Y frente a lo de Nicola, en equis más bien, había otro negocio, creo que de loterías. Se me ocurre que se llamaba El Trébol. Tenía un exhibidor alto con revistas y yo iba los domingos por la mañana para comprar unas revistas que traían un pequeño libro con la adaptación de algún clásico de la literatura universal.<br />Los domingos a la tarde, después de leer minuciosamente La Nación con los pies sumergidos en una palangana, mi padre tenía la costumbre de pasar un rato por la veterinaria; yo solía acompañarlo, sólo para deambular por el negocio en sombras y sentir ese aroma tan particular que emanaba como un elixir de los remedios, las vacunas, las bolsas de alimento y el peligroso malathion, veneno que se disolvía en agua y tenía prohibido tocar. Por eso ahora me gusta, de tanto en tanto, entrar en una veterinaria, para aspirar ese olor familiar, tan familiar y sabroso como el olor a cosa impresa de un diario sin abrir.<br />No había verdaderas razones para la salida del domingo; mi padre tampoco las tenía. Creo que nos guiaban cosas distintas en apariencia pero en el fondo similares: el deseo de sumergirse, por un momento, en otro mundo. La veterinaria en silencio y a oscuras parecía un refugio lejano y seguro. Una de las excusas era ir a buscar el diario local al que estaba suscripto mi padre y que aparecía cuatro o cinco veces por semana. Salía con formato tipo carta, y seis u ocho páginas; una vez estuve en la redacción (19 entre 47 y 48), no sé con qué fin, y me llamó la atención el ruido de la imprenta, que llegaba detrás de una pared. Mi padre se quejaba del precio del diario, casi igual al de La Nación, y amenazaba con cancelar la suscripción; mi madre le recordaba entonces que por lo menos servía para enterarse de lo que pasaba en la ciudad.<br />En ese diario se publicaban textos de un poeta local, a quien nunca conocí. Eran sonetos, de tema generalmente amoroso, que no me gustaban ni llegaron a motivarme para escribir; pero, para mi sorpresa, resultaba que ese escritor ganaba premios en tal o cual concurso. Eso, supongo, debió sugerirme que escribir podía tener alguna recompensa; y el hecho de que me pareciera muy flojo alentaría esperanzas respecto a cómo sería recibido lo que yo escribiera. Más tarde participé en algunos concursos; la ilusión de haber sido premiado en el primero se desvaneció muy rápido, ya que el “premio” consistía en participar en uno de los tantos libros que se hacían y hacen con el dinero de los autores y que no tienen ningún lector.<br />Un verano, a los 10 u 11 años y después de dejar inconclusas dos novelas, escribí una serie de poemas en una libreta. Pero no sé por qué o bajo qué influencia. Sé, en cambio, que en mi primera novela cociné las lecturas de Emilio Salgari y Julio Verne que venía haciendo desde tiempo atrás. El protagonista era el capitán de un barco. Un capitán joven y valiente, como había leído en una novela de Verne, y con una tripulación heterogénea, como en Salgari, donde me deslumbraba el personaje de Tremal-Naik, sólo por su nombre. En general yo escribía en los talonarios usados de mi padre, que él me pasaba, en el reverso de las hojas, unas hojas amarillas y de cierto espesor. De un lado la letra de mi padre y del otro la mía. Dos estilos diferentes.Pero aquella novela la redacté en las hojas de cartulina, también en el reverso, que usaba en la escuela para dibujo, una materia que no me gustaba nada.<br />Incluso pasé a máquina esa novela. Y mi madre le mostró el original a un vecino, Carlos Brailovsky, médico y atildado propietario de un campo vecino a la ciudad.<br />-Yo digo que está bien -decía mi madre.<br />Brailovsky, según creo, alabó mi imaginación, aunque me miraba con cierta extrañeza. Pero en ese momento decidí abandonar la novela. Ya había sido leída, no me pertenecía. Más tarde inicié otra, esta vez en un cuaderno y según el modelo de Agatha Christie: había un número reducido de personajes (que era presentado al principio, con una breve referencia, igual que en las novelas de Agatha Christie) reunido en un lugar y que misteriosamente empezaban a caer asesinados, por algún veneno o cosa misteriosa. El problema se me presentó con el criminal, identidad oculta que adjudiqué sucesivamente a varios personajes. En definitiva no supe cómo resolver el asunto y ahí quedó la segunda novela, inconclusa y secreta. Curiosamente, me encerraba en el lavadero de mi casa para escribirla, el mismo lugar donde improvisé un modesto acuario con unos pescaditos capturados en un arroyo cercano a la ciudad. El intento no prosperó, ya que una mañana encontré muertos a todos mis ejemplares, en el agua oscura, podrida, de los recipientes en que los había puesto.<br />En la escuela me gustaba pedir tema libre en las redacciones. Una vez hice una especie de adaptación de un cuento de Paul Bourget, que acababa de leer en una antología en dos tomos llamada Los cien mejores cuentos. Contaba la historia de dos hermanos que se separaban de muy chicos y volvían a encontrarse en la Primera Guerra Mundial, en bandos separados: uno con los franceses, el otro con los alemanes. Me reservé el dato de que la historia no me pertenecía; en cambio, puse una nota al pie donde decía que esa redacción formaba parte de un libro de mi autoría. Se me ocurrían incesantemente temas e historias con que hacer libros; entonces como ahora dedicaba gran parte de mi tiempo a pensar en eso. Lamento no haber anotado las ideas que se me ocurrían.<br />Al lado de la veterinaria, como dije, había una concesionaria de autos y, a la vuelta, por calle 47, estaba la librería y juguetería del señor y la señora Pucci, donde solía comprar los útiles para la escuela. Para mí, era un lugar enorme; me llevaba un buen tiempo llegar hasta el mostrador, ya que una infinidad de juguetes solicitaba mi atención. Una vez en que mi madre me dio mil pesos para hacer unas compras en la verdulería caminé como en una ensoñación hasta lo de Pucci y me gasté toda esa plata en figuritas. Sólo me sobró una moneda de 5 centavos. Mi madre, desesperada, llamó a mi padre a la veterinaria y en definitiva tuve que devolver las figuritas al señor Pucci. El resto de esa cuadra se desdibuja, no tiene importancia: una pequeña galería comercial, una tienda, dos bares enfrentados.<br />El club Hispano fue otro lugar donde pasé mucho tiempo. Tenía dos entradas: por calle 48, entre 21 y 22, se accedía al buffet, una enorme sala, y de ahí a la cancha de paleta y a la de básquet. La otra era por 21 entre 48 y 49 y daba directamente a la pileta, a la que iba en verano. Uno de los primeros recuerdos que tengo es una situación de carnaval, por calle 48, frente al club. Ahora es tan cierto como un sueño. Veo una gran cantidad de personas en ambas veredas, como si por la calle pasara algo especial, y yo tengo un aerosol que lanza nieve, con el que corro a alguien que se pierde entre la gente, sin que pueda ver quién es. Y cada vez que lo recuerdo vuelve a aparecer ese otro u otra, de espaldas, como una mancha, algo que brilla y de nuevo corre para perderse entre las luces de esa noche.<br />En el verano, con la temporada de pileta, la alternativa era ir a Hispano o al Aero Club. Había otra posibilidad, el 047, pero no sé de qué se trata ni dónde estaba, fue algo que escuché sin prestar atención. Como el Aero Club quedaba sobre la ruta, lejos de la ciudad, lógicamente elegíamos Hispano. Mi hermana, mis compañeros de la escuela y de básquet. Todos íbamos a Hispano. No conozco a nadie que haya ido al Aero Club. Y menos al 047. El padre de Carlitos Picapietra, que era mecánico, me dio las primeras lecciones de natación, en una pileta circular y poco profunda que tenían en el fondo de la casa (Aquí también tuve una experiencia con la muerte: el fondo de mi casa, ya dije, daba con el del viejo Trejo y éste con el de la casa de Carlitos; una tarde escuché un grito, estando en el patio, y al rato averigüé o me contaron que era el abuelo de mi amigo, que se había ahorcado). Después, en Hispano, tomé clases con una profesora, pero apenas aprendí crol y los rudimentos de espalda, pecho y mariposa. Así y todo, participé en una competencia, en la misma pileta de Hispano, donde intervinieron nadadores de Pergamino, Rojas y otros lugares. Corrí en estilo libre, haciendo crol, y entre cinco participantes llegué cuarto; el problema estuvo en el lanzamiento, ya que me tiré muy de cabeza, demoré en salir y perdí un terreno que no pude recuperar.<br />Frente a Hispano estaba la casa de Pedro, un compañero de mi hermana con quien hice cierta amistad. Un día le conté que me proponía escribir más libros que Emilio Salgari -esto porque me había alucinado la lista de títulos al final de una edición de Sandokan. Después lo escuché comentar esa frase, con asombro.<br />En esa época, la veterinaria era el centro del espacio exterior. Ahora, años después, cuando ya no existe, salgo de mi casa, en otra ciudad, y descubro que camino como si fuera en esa dirección.<br /><br /><br />En la esquina de casa, sobre la calle 22, había un viejo edificio en ruinas al que se llamaba “el conventillo”. Era, en efecto, una especie de inquilinato, con cuatro o cinco piezas extendidas sobre un oscuro corredor que terminaba en el patio. En el conventillo vivían dos de mis amigos, Oscar, un morocho petiso, y el Chuli, ya un adolescente, que de vez en cuando desaparecía sin destino cierto; sé que una vez viajó a Ferré y durante un tiempo largo no se lo vio. (Al volver sobre esto, ya he olvidado a Oscar, y no me puedo representar alguna imagen suya o del Chuli). Al lado del conventillo estaba la gomería de Perdomo, un tipo que había venido de Pergamino y que jugaba muy bien al básquet. Frente a ese negocio, y vecino a Emisora Colón, vivía Ariel G. Este hombre era motivo de los comentarios cotidianos, ya que se lo relacionaba con secuestros y otros graves delitos; de hecho, se le impuso una condena de prisión que cumplió en la cárcel de Coronda.<br />Volviendo sobre la 46, estaba la bicicletería de Vega. Un gran salón dividido en dos habitaciones. De un lado, piso de ladrillo, grasa, suciedad y las bicicletas por reparar, muchísimas. De otro, baldosas, un mostrador, las bicicletas y repuestos en venta. Vega tenía una hija, que me dio alguna vez clase de algo para la escuela y después terminó por casarse con un policía terrible, un petiso hijo de puta que torturaba presos en las comisarías. Seguía la casa de Margarita y su madre, que era francesa y muy vieja. Margarita había quedado soltera, dedicada al cuidado de su madre y tenía mal carácter. Los chicos cruzábamos la calle si ella estaba baldeando o barría la vereda. Aunque con mi madre se llevaban bien; salían a la puerta más o menos a la misma hora y en invierno se ponían a charlar, cada una en el cordón de su vereda, mientras en la calle ardían, en una pila, las hojas secas.<br />Después seguía un baldío separado de la calle por un largo paredón. Hasta que los Brailovsky construyeron allí su vistoso chalet, el lugar fue territorio de los chicos. Uno de los juegos consistía en levantar una especie de alojamiento, donde había lugares para descansar y para conversar; también lo usábamos para jugar al fútbol. Por último, en la esquina, estaba la tintorería, cuyo dueño hablaba con una curiosa voz gangosa y que vino a reemplazar a la librería del viejo Méndez, otro lugar que ejerció gran fascinación en mí durante mis primeros años. El viejo Méndez no vendía libros, sino artículos de escuela, pero de todas maneras, cuando iba, solía quedarme un buen rato mirando las cosas expuestas. Cuando se mudó le perdimos el rastro, hasta que supe que vivía en las afueras del pueblo. Una vez que lo fui a visitar, con 13 o 14 años, me recibió diciéndome “ayer estuve en España”. Quería decir, aclaró, con una sonrisa, que había estado leyendo un libro sobre España.<br />El viejo Méndez, que solía ir a la veterinaria a comprar semillas de verduras, atesoraba una colección de estampillas de la que se decía que era muy valiosa y que tenía guardada en algún lugar secreto. Una vez me mostró parte de esa colección, la correspondiente a viejos sellos nacionales. Creo que tenía la primera estampilla de la Argentina. O todas las estampillas emitidas en la Argentina. Por su influencia, me asocié a algún centro filatélico y pedí al correo que me enviaran muestras de cada estampilla nueva. Fue un interés efímero, pero los sellos siguieron llegando durante varios años -a la veterinaria.<br />Se decía también que el viejo guardaba revistas antiguas, que le habían quedado sin vender. Como yo guardaba algunas revistas de historietas, lo fui a ver, pidiéndole concretamente ejemplares de Rico Tipo.<br />-Qué va a decir tu padre -me dijo el viejo, otra vez sonriente- si se entera que leés Rico Tipo.<br />Sin embargo, no tuvo inconvenientes en venderme unos cuantos números de Rico Tipo, y también de Patoruzú.<br />En la vereda de casa, después del caserón de la modista, estaba la casa de la familia Montagna. Tenían dos hijas de entre 20 y 25 años, una llamada Estelita, petisa y algo gorda, que alimentó pensamientos sensuales, y otra que en la secundaria nos dio clases de Biología. Silvia: así se llamaba, ahora lo recuerdo, después de volver varias veces sobre este párrafo. Seguía una casa que fue ocupada sucesivamente por Marcelito Franquet y su familia (hasta que se mudaron a la vuelta), los Lavatelli y la vieja Bottaro. De cuando estaban los Bobet recuerdo una extensa jugada con figuritas, cuyo único fin para mí era ganar la difícil -la de Togneri, un jugador de Estudiantes. Jugamos durante horas y no pude lograrlo, de manera que se la robé. Como me arrepentí enseguida, propuse volver a jugar y aproveché otra distracción de Marcelito para devolvérsela. Los Lavatelli habían puesto en el garaje una enorme pista de autos scaletrix. En los breves períodos en que estuvo desocupada, la casa era otro lugar de juego; yo saltaba el tapial, que no era muy alto, y recorría el patio.<br />Seguía casa y después lo de doña Clara y don Pascual. Doña Clara era una mujer analfabeta, gorda, de lentes, de padres belgas (detalle exótico para mí), que había trabajado duramente toda su vida para conseguir un estar más o menos pasable. Solía ir a casa por la tarde, a jugar a la escoba -anotaban los puntos con garbanzos- y charlar con mi abuela, la Nona. Era muy supersticiosa, de manera que con mi hermana le hicimos una vez la broma de dejarle en el umbral una botella con orina e inscripciones que aludían a cosas satánicos. Don Pascual, metalúrgico jubilado, se dedicaba a jugar a las bochas en Barracas y fumar en pipa. Después había una zapatería, un taller mecánico, una verdulería en la esquina y doblando por 22 hacia 45, lo de Miguel, un viejo a quien se suponía adinerado y supuesto pretendiente -según una broma que hacíamos con mi hermana- de la Nona. Por esa misma cuadra estaba la casa de Carlitos Picapietra y la de María Inés, una compañera de la escuela número 3 que suscitó un vago interés de mi parte.<br />Por la noche, entre la primavera y el verano, se acostumbraba sacar sillas a la vereda para conversar con los que pasaban o con los vecinos. Los puestos más frecuentes se levantaban en lo de Montagna, en casa, en lo del tintorero, en lo de Doña Clara. Jugábamos al burrito de San Vicente, a la escondida y a adivinar a qué país pertenecía cada bandera, en un diccionario Sopena que tenía un insert a color con todas las banderas del mundo. Un verano la máxima atracción estuvo dada por Florencia, la hija adoptada de los Brailovsky, que se bajaba la bombacha ante quien se lo pidiera.<br /><br /><br />El garaje de casa tenía una puerta corrediza que dejaba un hueco en la punta. Yo usaba ese hueco como aro de básquet, y al jugar imaginaba un partido, con dos equipos y jugadores diferenciados. Anotaba los resultados en un cuaderno. Tal vez lo hacía en uno de los talonarios de boletas que usaba mi padre, en el reverso de las hojas amarillas. Recuerdo estar acostado en el garaje, entretenido en la escritura de esos talonarios y sin ganas de ver a un amigo que llegaba de visita.<br />Mi padre solía volver poco después de la ocho, y entonces había que correr la puerta para que entrara la camioneta. Siempre tuvo Ford: primero una blanca con una raya azul y después otra amarilla. Los domingos, cuando íbamos al campo, cargábamos nafta en una estación de las afueras.<br />Recuerdo a mi padre entrando sonriente al garaje y haciendo rebotar con fuerza una pelota grande. No era una pelota de cuero, ni tampoco exactamente una pelota de fútbol. Pero me puso muy contento recibirla, picaba muy bien. Al fondo del garaje había un viejo escritorio, en cuyos cajones se guardaban en total desorden las cosas que habían sido “expulsadas” del resto de la casa. Creo que ahí yo tenía algunos cuadernos con cosas escritas.<br />El patio de casa constaba de varios espacios. Además de un baño -lo llamábamos “el baño de afuera”, por oposición al que estaba en el pasillo que llevaba a los dormitorios, “el baño de adentro”- y del lavadero donde escribí la novela a lo Agatha Christie, había un sector con baldosas donde se encontraban una parrilla y la mesa donde comíamos las noches de verano, que ya mencioné. De ahí salía el camino, también con baldosas, que llevaba al gallinero, el tendedero de ropa y a una pequeña quinta que generalmente permanecía descuidada. El sitio más importante era “el galpón”, una habitación donde se apilaban diversos trastos y donde pasábamos con mi hermana y mis amigos mucho tiempo. Allí se podía estar solo y tranquilo, allí nos entreteníamos con los gatos de casa, intrigados por los motivos de sus ronroneos –“tienen un motor adentro”, nos explicaba mi padre-, allí guardaba yo los fascículos de Fútbol. Historia del profesionalismo, que coleccioné casi hasta el final y después perdí, salvo un período que hice encuadernar.<br />Además de los gatos, vivían en el patio la gaviota Carlota y un tero que nunca recibió nombre. Creo que mi padre les cortaba periódicamente las alas, de manera que sus vuelos se limitaban a saltos y pasadas rasantes sobre las plantas. La gaviota había sido hallada por mi padre en el campo, herida. El tero se ahogó una noche en un tacho de agua y poco después murió Carlota, según mi madre por la tristeza de haber perdido a su compañero.<br />La población de gatos, mientras tanto, se renovó continuamente hasta estabilizarse con dos gatas y un gato al que mi padre, en épocas de celo, anestesiaba con unas pastillas. Las gatas quedaban de todas maneras preñadas en las visitas nocturnas de los gatos del vecindario, pero las crías desaparecían misteriosamente. Tanto mi padre como mi madre evitaban dar explicaciones al respecto. Una mañana de domingo me desperté ansioso porque sabía que ese día una de las gatas iba a parir; al salir al patio, descubrí que mi padre mataba a las crías, golpeándolas contra el borde de un balde de metal.<br />En la cocina había un pizarrón donde mi madre anotaba las cosas que necesitaba del almacén o la verdulería. Los domingos, la Nona solía hacer una polenta muy pesada o bien ñoquis. La Nona había tenido una caída -poco después de la muerte de su esposo- y desde entonces quedó como inválida, por lo que se desplazaba empujando una silla. Preparaba la masa de los ñoquis sentada en esa silla. En el comedor teníamos un viejo y enorme televisor Noblex blanco y negro. Veíamos Los tres chiflados, Astroboy, Capitán Escarlata. Nunca me reí, en esa época, con Los tres chiflados: "está todo trucado", solía comentar, en una opinión que hacía eco al escepticismo con que mi padre solía considerar la marcha del mundo.<br />Allí se recibían las pocas visitas que llegaban a casa. Mi padre tenía un solo amigo, Juan, un hombre con problemas de salud, medio encorvado, y con quien discutían sobre todo de temas políticos. Mi madre recibía a la señora de Brailovsky, a la vieja Bottaro, a una mujer que vivió enfrente de casa, cuando Margarita se mudó, y cuyo nombre olvidé.<br />La casa tenía tres dormitorios. El de mis padres, el más amplio, daba a la calle y además de la cama había un sofá donde mi madre solía sentarse con el mayor sigilo, por la mañana, haciendo un alto en sus tareas de ama de casa, para escuchar conversaciones que llegaban de la calle. Tenía la costumbre de apilar los diarios viejos -que usaba para guardar cosas- en el ropero. El lugar era buscado por las gatas cada vez que estaban por parir. Mi madre las echaba a escobazos, ante las protestas de mi hermana. “Ah, sí -decía mi madre, muy enojada-, voy a dejar que hagan el nido adentro”.<br />Del lado del patio estaban mi dormitorio y el que compartían la Nona y mi hermana. La muerte, como dije, era un tema invariable en la conversación de la Nona.<br />-Pronto me voy a morir -decía, por ejemplo, con expresión amargada. Y agregaba:- Ustedes van a estar mejor cuando me muera...<br />Le decíamos que no se iba a morir nunca. Si ni siquiera se resfriaba. Pero de pronto comenzó a debilitarse, cayó en cama y quedó postrada, asistida por doña Clara y Margarita, y el doctor Resek, un mormón que tenía cierta relación con mi padre. Este dato no dejaba de sorprenderme, dado el anticlericalismo de mi padre, fundado en los castigos que había recibido de los curas durante su paso por el Colegio de los Hermanos Maristas, en Rosario. Al tercer o cuarto día, doña Clara entró a mi pieza, donde yo estaba leyendo.<br />-Tu abuela quiere hablarte, vení –me dijo.<br />No la había visto desde el comienzo de su agonía: estaba terriblemente flaca y hablaba apenas con un hilo de voz. Sin embargo, tuvo fuerzas como para decirme:<br />-¿Viste que me iba a morir?<br />La miré, sin responder. Me sentía mal por esa situación, pero a la vez, de alguna manera que no podría explicar, guardaba cierta distancia y esa distancia era lo único que me protegía.<br /><br />A dos cuadras de casa y a una de la veterinaria estaba la terminal de ómnibus. Tenía cuatro o cinco plataformas y durante mucho tiempo fue la única galería comercial del pueblo. Había un quiosco con revistas, la peluquería de Dante y Gambealte (Dante era el virtuoso; la mayoría de los clientes evitaba a Gambealte, apodado “el caballo”), donde siendo pequeño me llevó mi padre, un bar, el Petit Colón, el centro de nuestras salidas familiares durante los domingos por la tarde. Estas salidas consistían en dar una vuelta por las calles 47 y 48 con la camioneta y después ir al Petit Colón, a tomar gaseosas y comer sandwiches. Frente a las plataformas estaban las oficinas de las compañías de transporte, donde yo iba a veces para ver si había algún envío de vacunas o medicamentos para la veterinaria.<br />En el camino a la terminal estaba el cine Social. Allí tuve una breve cita con Cecilia, mi novia de un día, que consistió en encontrarse en el intervalo entre dos películas; yo había ido con amigos, y le regalé unos bocaditos Holanda, de chocolate. El cine Social formaba parte del Círculo Italiano, club donde jugué al básquet un año, para después pasar a Hispano. El otro cine de la ciudad era el Colón, que tenía palcos.<br />Durante la adolescencia, cuando dejé de ayudar a mi padre en la veterinaria, mis paseos por la terminal se hicieron esporádicos. En quinto año del secundario comencé a viajar a una ciudad vecina, para hacer un curso de filosofía, y más tarde a Rosario. Quería irme, y ahora, mucho después de haberlo logrado, no tengo deseos de regresar, ningún deseo de contabilizar lo que está en pie y lo que ha desaparecido. Sólo quiero preservar ese mundo tal como existe en mi memoria, en la memoria que escribo.<br /><br />(enero de 1999-enero de 2002; agosto de 2006)<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Osvaldo Aguirre</span><br /></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-54934587388224845172007-08-20T21:08:00.000-07:002008-11-13T02:27:49.414-08:00“buscar el lado menos notable, el más vivo, inédito”, para que “el duende de las cosas se reconozca en ese otro que todos llevamos”<div style="text-align: center;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizTZ04iow5i96CachvndVHzaX28bE3oYYGgI0Wu0rTananINfWxMNO_BKK7ICNC4NvQln7UQaD_FIzlnMowrFJwuNEn8FgFiDMrrnZ5G3KQPeYgBU9azfyEWBwDP4h5b7pYWk7QMxhYzE/s1600-h/nestor_groppa_biblio.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizTZ04iow5i96CachvndVHzaX28bE3oYYGgI0Wu0rTananINfWxMNO_BKK7ICNC4NvQln7UQaD_FIzlnMowrFJwuNEn8FgFiDMrrnZ5G3KQPeYgBU9azfyEWBwDP4h5b7pYWk7QMxhYzE/s320/nestor_groppa_biblio.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5101003673644973650" border="0" /></a><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Foto: Gentileza de Reynaldo Castro</span><br /></div><br /><div style="text-align: justify;"> <span style="font-weight: bold;">EL DUENDE DE LAS COSAS</span><br /><br />En la Encuesta a la literatura jujeña contemporánea preparada por Reynaldo Castro (Perro Pila, San Salvador de Jujuy), Néstor Groppa se define como “un autor inédito con treinta libros publicados”. De esa manera alude a cierto desconocimiento de la crítica, pese a que integra la Academia Argentina de Letras y recibió premios importantes, y a la falta de difusión de su obra, cuyos títulos rara vez se distribuyen fuera de Jujuy, donde reside. Pero ese carácter marginal supone también una elección, desde el momento en que ha preferido publicar muchos de sus títulos con un sello propio, Buenamontaña. Y concierne a la vez a un aspecto decisivo en su poética, donde la valoración del oficio de artesano se aplica no sólo a la escritura sino también al armado, a la creación del libro como un objeto preciado.<br />En este Otoño (2006) Groppa propone una memoria de su vida. El relato sigue en general el orden cronológico: la infancia y la adolescencia en Laborde (Córdoba, donde nació) y en América (provincia de Buenos Aires), el inicio de la vida adulta en la ciudad de Buenos Aires, un paso fugaz por Bariloche y un viaje al norte, por Tucumán, Salta y finalmente Jujuy, donde se radicó en 1951. En el desarrollo incorpora fotos familiares, reproducciones de textos mecanografiados, poemas relacionados con una determinada etapa o suceso y hasta composiciones de alumnos. Pero las imágenes no son ilustraciones, ni los poemas apéndices del recuerdo: la autobiografía se construye como un álbum, y cada pieza tiene sentido en tanto atesora “los punzantes estados de las reminiscencias”: inventarios de objetos cotidianos, gestos, modos de vestir y pequeños sucesos que quedaron grabados con el deslumbramiento que provocaron al manifestarse. La evocación de la madre, personaje central en la historia, no estaría completa por ejemplo sin la foto que la muestra llevando de la mano al niño Néstor Groppa de pantalones cortos y expresión concentrada, por la calle Rivadavia, en Buenos Aires, hacia 1933.<br />El relato integra textos escritos en distintos períodos, apuntes traspapelados, borradores de artículos nunca publicados, que estuvieron largo tiempo perdidos y un día aparecieron en la biblioteca tan misteriosamente como habían desaparecido. A propósito de Tarja (1955-1961), la revista que Groppa publicó en Jujuy con Jorge Calvetti, Medardo Pantoja y Héctor Tizón, entre otros, se inserta el prólogo de “un libro que nunca pasó de proyecto”, esbozado en 1962 y retomado en 1989; al hablar de San Salvador de Jujuy, un texto compuesto en 1969, releído en 1977 y “finalmente pasado, sin retoques, en Abril de 1995”. El prólogo es un ensayo inédito de Joaquín Giannuzzi, concebido para una publicación no concretada de Ediciones Culturales Argentinas; como la versión pasada en limpio se extravió se reproduce de modo facsimilar el original, plagado de tachaduras y agregados manuscritos: un texto retratado en su proceso de producción, que por otra parte proporciona claves de lectura indispensables. En el trasfondo de esos hallazgos se perfila un archivo pródigo en rarezas, objetos curiosos y colecciones únicas. Las páginas literarias que publicó en el diario Pregón durante más de cuarenta años, por ejemplo. O los originales del número de Tarja que quedó inédito.<br />Giannuzzi analizó la poesía de Groppa a partir de una versión anterior de la autobiografía, que en ese momento se llamaba El otoño de algunas primaveras. El relato, en efecto, permite seguir con precisión el origen y la maduración de la “épica de lo diminuto” y la mirada totalizadora, incapaz “de despreciar las ínfimas variedades del todo”, que señaló como características de la obra. El punto de partida se encuentra en la infancia en Laborde, “aquellos años que siguen estado en algún lugar de esta mirada”. La muerte temprana de la madre, de quien tomó el apellido (su nombre completo es Leandro Néstor Alvarez Groppa), sitúa un episodio fundacional: “yo escribo sobre el paño velado que deja la muerte (...). Sobre mi madre y mi casa que ya no están”. Otro momento deslumbrante es el recuerdo de su trabajo como docente en Tilcara, pueblo donde se radicó al llegar a Jujuy. Por entonces, publica en Buenos Aires su primer libro, Taller de muestras (1954), y prepara el segundo, Indio de carga; el método con que al mismo tiempo hace escribir a sus alumnos es revelador de su poética: se trata de reparar en los sucesos y los objetos comunes, “buscar el lado menos notable, el más vivo, inédito”, para que “el duende de las cosas se reconozca en ese otro que todos llevamos”.<br />El recuerdo no manifiesta aquí nostalgia ni un terco apego a lo que ya no existe. “Repito varias veces Laborde, y termino por no saber si Laborde es, en mi vida, una planta, un cafetín, un hotel o un pueblo”, dice Groppa. Hacer memoria, en su perspectiva, es dejarse llevar por las emociones que las palabras guardan y que se experimentan de nuevo en cuanto se las pronuncia como quien busca provocar un hechizo. Los nombres y las fechas, advierte, pueden estar mezclados; lo que importa es el “caudal evocativo” de la expresión, aquello que pone otra vez en relato los acontecimientos de una vida. La lluvia, o más bien la llovizna, da la imagen de ese lento y persistente fluir. En la medida en que quedaron ligados a los afectos y a cierta mirada propia, determinados hechos permanecen en suspenso sobre el presente: si habla de la escuela donde impartió clase, así, es porque más allá de los años transcurridos sus alumnos todavía le hablan, todavía está intacto aquello que escribieron. Groppa ha sido fiel a los lugares en que transcurrió su existencia recreándolos en imágenes de belleza imborrable: América persiste en un amanecer de invierno, con escarcha y pantanos opacos; Tilcara, en ciertas fragancias de la tierra y el sol.<br />El registro es siempre mínimo y concreto: el crujido de una mecedora que marcaba el anochecer en la campaña; los paseos en el colectivo 39, en Buenos Aires, donde un tío trabajaba como chofer; la canchita de Directorio y Lacarra, donde jugaba Adolfo Pedernera; el abuelo que murmuraba en dialecto y lo llevaba de la mano por la huerta familiar; el churrasco con ensalada y vino tinto en un restaurante de Jujuy, a la salida de la imprenta en que se forjaba Tarja. “Todas esas humildades que enumero le daban un sentido a la vida”, dice Groppa. Y como apunta Giannuzzi, son la materia de su poesía; el resultado es que esos datos pequeños e inmediatos son redimensionados y revalorizados, y en el mismo movimiento el poema incorpora los giros coloquiales del habla común y un sentido de la composición que se vuelve imperceptible y pasa por una especie de conversación espontánea.<br />Contra la convención del género, esta autobiografía no tiene origen en un momento determinado: es un texto escrito a través de una vida y que sigue en curso, desprovisto “de toda otra cosa que no sea la poesía”. este Otoño ofrece el testimonio de un amor excedido, y esa misma desmesura, su entrega absoluta, despojada de especulaciones, da la medida de su valor.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">Osvaldo Aguirre</span><br /><br /></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-53478800944749540262007-08-20T16:13:00.000-07:002008-11-13T02:27:49.560-08:00Estela Figueroa (selección de textos de su libro La Forastera)<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNGFhyFlvLY6Az2t87k9fRUCaeOfNI6XMdvIcEYFHIvA1PKPA54QOsPAPPtfgQgiD444pTMQjYW4kYanICfd728Spzd4Lnv1gPYsU3tmnmjaZKMGFi2YE9SKj4Co9WZqw-NYNdeVdCVhw/s1600-h/Estela_Figueroa_009.JPG"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNGFhyFlvLY6Az2t87k9fRUCaeOfNI6XMdvIcEYFHIvA1PKPA54QOsPAPPtfgQgiD444pTMQjYW4kYanICfd728Spzd4Lnv1gPYsU3tmnmjaZKMGFi2YE9SKj4Co9WZqw-NYNdeVdCVhw/s320/Estela_Figueroa_009.JPG" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5100945060226285058" border="0" /></a><br /><div style="text-align: center;"><span style="font-weight: bold;">Foto: Tomás Barceló Cuesta</span><br /></div><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Principios de febrero</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No.</span><br /><span style="font-style: italic;">El hermoso verano</span><br /><span style="font-style: italic;">no ha terminado aún.</span><br /><span style="font-style: italic;">Nos queda un mes para estarse en los patios</span><br /><span style="font-style: italic;">y descalzarnos</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras charlamos</span><br /><span style="font-style: italic;">de esto y aquello</span><br /><span style="font-style: italic;">sin ton ni son.</span><br /><span style="font-style: italic;">Todavía habrá hombres de brazos tostados</span><br /><span style="font-style: italic;">en las calles</span><br /><span style="font-style: italic;">de la ciudad envuelta por la noche</span><br /><span style="font-style: italic;">brotada toda</span><br /><span style="font-style: italic;">como un lazo de amor.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No.</span><br /><span style="font-style: italic;">No me sostengas que no voy a caerme.</span><br /><span style="font-style: italic;">Sólo se caen las estrellas fugaces</span><br /><span style="font-style: italic;">y yo -te dije-</span><br /><span style="font-style: italic;">quiero permanecer.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Un hombre es bueno para una noche.</span><br /><span style="font-style: italic;">Cuando amanece es un reflejo dorado</span><br /><span style="font-style: italic;">sobre la cama donde se toma café.</span><br /><span style="font-style: italic;">Y es agradable el olor que deja.</span><br /><span style="font-style: italic;">Dura todo un día.</span><br /><span style="font-style: italic;">Pero no toda la vida.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Luego hay que descansar.</span><br /><span style="font-style: italic;">El libro de Kavafis y el de Pavese</span><br /><span style="font-style: italic;">sobre la mesa de luz.</span><br /><span style="font-style: italic;">Hay que aminorar la marcha.</span><br /><span style="font-style: italic;">Sentarse un rato a solas</span><br /><span style="font-style: italic;">en el sillón del patio.</span><br /><span style="font-style: italic;">Mujeres: tendríamos</span><br /><span style="font-style: italic;">que aprender de los gatos.</span><br /><span style="font-style: italic;">Cómo agradecen el tazón</span><br /><span style="font-style: italic;">que rebosa de leche!</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Falta para el otoño.</span><br /><span style="font-style: italic;">Que nos encuentre intactas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Sin habernos negado</span><br /><span style="font-style: italic;">a estas pasiones</span><br /><span style="font-style: italic;">que cada tanto</span><br /><span style="font-style: italic;">asaltan.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"> Un atardecer de abril después de una separación</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ya no tengo a quién esperar</span><br /><span style="font-style: italic;">De modo que para qué preocuparse</span><br /><span style="font-style: italic;">Por cambiar las sábanas</span><br /><span style="font-style: italic;">o barrer el patio.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Se hace lo imprescindible</span><br /><span style="font-style: italic;">regar las plantas</span><br /><span style="font-style: italic;">dar de comer a los gatos</span><br /><span style="font-style: italic;">¿qué culpa tienen?</span><br /><span style="font-style: italic;">Al crepúsculo salgo a la calle</span><br /><span style="font-style: italic;">en busca de cerveza.</span><br /><span style="font-style: italic;">Mi vecino homosexual me invita</span><br /><span style="font-style: italic;">a cenar este sábado en su casa.</span><br /><span style="font-style: italic;">Acepto.</span><br /><span style="font-style: italic;">Donde no hay sexo no hay problemas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Estos encuentros</span><br /><span style="font-style: italic;">han llegado a ser mi único sentimiento.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Sol de otoño<br /><br /></span><span style="font-style: italic;">Por Manuel Inchauspe</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Visité al poeta.</span><br /><span style="font-style: italic;">Delgado y pálido yacía</span><br /><span style="font-style: italic;">en una de las camas del subsuelo</span><br /><span style="font-style: italic;">de la sala de toxicología.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Qué extraño tesoro</span><br /><span style="font-style: italic;">el sol de otoño,</span><br /><span style="font-style: italic;">a través de los vidrios esmerilados.</span><br /><span style="font-style: italic;">cómo flotaba,</span><br /><span style="font-style: italic;">única dicha sobre su rostro</span><br /><span style="font-style: italic;">y rebotaba en el suelo,</span><br /><span style="font-style: italic;">donde los algodones con sangre</span><br /><span style="font-style: italic;">y colillas de cigarrillos</span><br /><span style="font-style: italic;">decían que la vida existe siempre,</span><br /><span style="font-style: italic;">donde quiera que se esté.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">A Manuel Inchauspe,</span><span style="font-style: italic;"> </span><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">en el hospicio</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Las nuestras, mi amigo,</span><br /><span style="font-style: italic;">son obras pequeñas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Escritas en la intimidad</span><br /><span style="font-style: italic;">y como con vergüenza.</span><br /><span style="font-style: italic;">Nada de tonos altos.</span><br /><span style="font-style: italic;">Nos parecemos a la ciudad</span><br /><span style="font-style: italic;">donde vivimos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Perdiste tus últimos poemas</span><br /><span style="font-style: italic;">y yo casi no escribo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De allí</span><br /><span style="font-style: italic;">esos largos silencios</span><br /><span style="font-style: italic;">en nuestras conversaciones.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Tragedia griega</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">A veces la confusión se produce</span><br /><span style="font-style: italic;">al elegir un rol equivocado.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Algunos sólo servimos</span><br /><span style="font-style: italic;">para estar en el Coro</span><br /><span style="font-style: italic;">diciendo parlamentos y canciones</span><br /><span style="font-style: italic;">que aclaren las pasiones de la Obra.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Cuando la vanidad</span><br /><span style="font-style: italic;">la euforia o simplemente</span><br /><span style="font-style: italic;">la grandeza del tema</span><br /><span style="font-style: italic;">nos convierte en actores</span><br /><span style="font-style: italic;">paralizados</span><br /><span style="font-style: italic;">olvidamos el texto</span><br /><span style="font-style: italic;">quedando en un ridículo silencio.</span><br /><span style="font-style: italic;">Acompañando a mi hermana viuda</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Por la puerta trasera</span><br /><span style="font-style: italic;">entramos en la casa del muerto.</span><br /><span style="font-style: italic;">Por el jardín que era pródigo</span><br /><span style="font-style: italic;">y ahora alberga unos arbustos arruinados.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Con una frase de bienvenida</span><br /><span style="font-style: italic;">un cartel cuelga torcido en el quincho.</span><br /><span style="font-style: italic;">Nadie se asoma</span><br /><span style="font-style: italic;">para vernos llegar.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Escucho que mi hermana</span><br /><span style="font-style: italic;">y otro heredero</span><br /><span style="font-style: italic;">se dirigen frases corteses.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En el crepúsculo aparecen</span><br /><span style="font-style: italic;">hombres sudorosos que apilan</span><br /><span style="font-style: italic;">mesas sillas televisores</span><br /><span style="font-style: italic;">camas</span><br /><span style="font-style: italic;">procesadores de alimentos</span><br /><span style="font-style: italic;">ropa y diplomas enmarcados</span><br /><span style="font-style: italic;">que se reparten según un acuerdo previo.</span><br /><span style="font-style: italic;">Al fin</span><br /><span style="font-style: italic;">se labra un acta.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Un amigo me dice</span><br /><span style="font-style: italic;">que los poetas tenemos una rara condición:</span><br /><span style="font-style: italic;">como los moretones</span><br /><span style="font-style: italic;">aparecemos después de los golpes.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No sé por qué</span><br /><span style="font-style: italic;">tuve el impulso de cortar una flor</span><br /><span style="font-style: italic;">que resplandecía solitaria</span><br /><span style="font-style: italic;">en medio de la destrucción</span><br /><span style="font-style: italic;">y traerla a mi casa.</span><br /><span style="font-style: italic;">Y me contuve.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"> Pequeños asesinatos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Una noche en que volví tarde a casa</span><br /><span style="font-style: italic;">la vi disparar rauda y oscura</span><br /><span style="font-style: italic;">desde el canasto de papas que está en un extremo de la cocina</span><br /><span style="font-style: italic;">hasta el otro</span><br /><span style="font-style: italic;">al costado de la heladera</span><br /><span style="font-style: italic;">donde acumulamos botellas vacías de vino y gaseosas</span><br /><span style="font-style: italic;">que en gloriosas jornadas de limpieza</span><br /><span style="font-style: italic;">sacamos a la calle.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">- : Tenemos una laucha -dije a mi hija Florencia-.</span><br /><span style="font-style: italic;">Es gorda. Vive detrás de la heladera.</span><br /><span style="font-style: italic;">Habrá que matarla -me contestó ella.</span><br /><span style="font-style: italic;">Habrá que poner triguillo fuera del alcance de Toto.</span><br /><span style="font-style: italic;">(Toto es nuestro perro)</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Pero pasaron los días</span><br /><span style="font-style: italic;">y ninguna de las dos iba a la ferretería</span><br /><span style="font-style: italic;">en busca del triguillo.</span><br /><span style="font-style: italic;">Y la laucha seguía corriendo rauda y oscura de un extremo a otro</span><br /><span style="font-style: italic;">-en la cocina-</span><br /><span style="font-style: italic;">ante la mirada curiosa de Toto</span><br /><span style="font-style: italic;">y ya sin importarle si estábamos nosotras o no.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">- : Esta laucha se está tomando mucha confianza</span><br /><span style="font-style: italic;">recuerdo que dijo mi hija.</span><br /><span style="font-style: italic;">Bueno.</span><br /><span style="font-style: italic;">De manera que a la mañana siguiente me encaminé a la ferretería</span><br /><span style="font-style: italic;">y compré el triguillo Drumolive</span><br /><span style="font-style: italic;">hecho con glándulas disecadas de roedores</span><br /><span style="font-style: italic;">lo cual- según decía el prospecto-</span><br /><span style="font-style: italic;">ejerce una poderosa atracción sexual sobre sus iguales.</span><br /><span style="font-style: italic;">La caja estuvo envuelta varios días sobre la mesa de la cocina</span><br /><span style="font-style: italic;">hasta que Florencia</span><br /><span style="font-style: italic;">-que es más expeditiva que yo para estas cosas-</span><br /><span style="font-style: italic;">abrió el paquete una noche</span><br /><span style="font-style: italic;">llenó potes con buena parte de su contenido</span><br /><span style="font-style: italic;">y acomodó estos potes estratégicamente.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Durante varias mañanas</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras yo tomaba té leyendo a Carver</span><br /><span style="font-style: italic;">la sentí comer ávidamente.</span><br /><span style="font-style: italic;">Es cierto. Nadie</span><br /><span style="font-style: italic;">nada escapa</span><br /><span style="font-style: italic;">de lo que implica una atracción sexual.</span><br /><span style="font-style: italic;">Los ruiditos terminaron</span><br /><span style="font-style: italic;">y Carver y yo quedamos solos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Charlando sobre la proximidad de una jornada de limpieza de la casa dijo mi hija</span><br /><span style="font-style: italic;">- : Parece que la laucha se murió. Ya no se la oye.</span><br /><span style="font-style: italic;">- : Es cierto-respondí-. Yo tampoco la oigo. La matamos.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Motivos</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"> I</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Al mediodía un amigo</span><br /><span style="font-style: italic;">me comunicó la muerte de otro amigo.</span><br /><span style="font-style: italic;">No reaccioné de inmediato.</span><br /><span style="font-style: italic;">Almorcé.</span><br /><span style="font-style: italic;">Luego tomé un ansiolítico</span><br /><span style="font-style: italic;">y pensé en dormir la siesta</span><br /><span style="font-style: italic;">tratando de hacerme a la idea</span><br /><span style="font-style: italic;">de que estas cosas suceden</span><br /><span style="font-style: italic;">cuando se tiene más</span><br /><span style="font-style: italic;"> de cincuenta años.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Pero no pude dormir</span><br /><span style="font-style: italic;">y me largué a llorar.</span><br /><span style="font-style: italic;">El crepúsculo me encontró</span><br /><span style="font-style: italic;">en el dormitorio</span><br /><span style="font-style: italic;">acomodando un poco los libros</span><br /><span style="font-style: italic;">que estaban sobre la mesa de luz.</span><br /><span style="font-style: italic;">Cambiando las sábanas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Sacando diarios viejos.</span><br /><span style="font-style: italic;">Colgando en el placard</span><br /><span style="font-style: italic;">la ropa que estaba aquí y allá.</span><br /><span style="font-style: italic;">Asustada todavía</span><br /><span style="font-style: italic;">y todavía lagrimeando</span><br /><span style="font-style: italic;">porque me sentía sin fuerzas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Pero no vaya a ser que la</span><br /><span style="font-style: italic;"> Indeseada llegue</span><br /><span style="font-style: italic;">y encuentre todo hecho un desquicio.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Con el dormitorio ordenado es</span><br /><span style="font-style: italic;"> más fácil</span><br /><span style="font-style: italic;">tenderse en la cama</span><br /><span style="font-style: italic;">con un pañuelo mojado en</span><br /><span style="font-style: italic;"> agua fría sobre los ojos</span><br /><span style="font-style: italic;">para no ver tanta destrucción.</span><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">II</span><br /><span style="font-style: italic;">Debemos soportar cuatro</span><br /><span style="font-style: italic;"> sufrimientos esenciales:</span><br /><span style="font-style: italic;">el nacimiento</span><br /><span style="font-style: italic;">la vejez</span><br /><span style="font-style: italic;">la enfermedad</span><br /><span style="font-style: italic;">y la muerte.</span><br /><span style="font-style: italic;">A la vejez vamos entrando lentamente como</span><br /><span style="font-style: italic;"> a una casa desconocida.</span><br /><span style="font-style: italic;">Queda la enfermedad</span><br /><span style="font-style: italic;">que nos habrá de abatir</span><br /><span style="font-style: italic;">con su tropel de médicos y enfermeras</span><br /><span style="font-style: italic;">su chirriar de camillas</span><br /><span style="font-style: italic;">y la Indeseada.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sólo estamos aquí de paso</span><br /><span style="font-style: italic;">¿qué consuelo ofrecen los libros sagrados?</span><br /><span style="font-style: italic;">Ninguno.</span><br /><span style="font-style: italic;">Por eso lloro.<br /><br /></span><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Florencia se va de casa</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Lloré en silencio.</span><br /><span style="font-style: italic;">Luego en voz alta</span><br /><span style="font-style: italic;">pero sin lágrimas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Grave error: ante los abandonos</span><br /><span style="font-style: italic;">no hay que mendigar</span><br /><span style="font-style: italic;">hay que mostrarse magnánimo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Cuando la pequeña terminó de acomodar su ropa</span><br /><span style="font-style: italic;">y deslizó el cierre del bolso</span><br /><span style="font-style: italic;">sentí que me cerraba la garganta</span><br /><span style="font-style: italic;">y que todas mis acciones serían vanas</span><br /><span style="font-style: italic;">estúpidas.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">III<br /><br /></span><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Familia</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Mis abuelos paternos</span><br /><span style="font-style: italic;">arruinaron la vida de mi padre.</span><br /><span style="font-style: italic;">Mis abuelos maternos</span><br /><span style="font-style: italic;">arruinaron la vida de mi madre.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Entre ambos</span><br /><span style="font-style: italic;">quisieron arruinar la mía.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No es más que una vulgar</span><br /><span style="font-style: italic;">historia de familia.</span><br /><span style="font-style: italic;">No me quedó otra opción.</span><br /><span style="font-style: italic;">Tuve que matarlos.<br /><br /></span><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">El gomero</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De entre todos los árboles</span><br /><span style="font-style: italic;">que miro en mis caminatas</span><br /><span style="font-style: italic;">prefiero el gomero.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Quisiera parecerme a él.</span><br /><span style="font-style: italic;">No se pierde en dádivas de flores.</span><br /><span style="font-style: italic;">No sucumbe a las tormentas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Da sombra al fatigado.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sus hojas de un verde intenso</span><br /><span style="font-style: italic;">son fuertes, nervadas y lechosas.</span><br /><span style="font-style: italic;">La raíz es profunda y se extiende desaforada:</span><br /><span style="font-style: italic;">levanta veredas</span><br /><span style="font-style: italic;">resquebraja paredes.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En el invierno las hojas</span><br /><span style="font-style: italic;">se tornan de un amarillo purísimo</span><br /><span style="font-style: italic;">y caen una a una sobre la calle</span><br /><span style="font-style: italic;">como lágrimas</span><br /><span style="font-style: italic;">de un enorme Dios que llorara.</span><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"><br />La forastera</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Durante muchas noches de insomnio</span><br /><span style="font-style: italic;">he vagado</span><br /><span style="font-style: italic;">aterida</span><br /><span style="font-style: italic;">por la Ciudad del Pasado.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No llevaba planos</span><br /><span style="font-style: italic;">no llevaba guía</span><br /><span style="font-style: italic;">no llevaba lámpara.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Como sonámbula</span><br /><span style="font-style: italic;">esquivaba los peligros.</span><br /><span style="font-style: italic;">Como a forastera</span><br /><span style="font-style: italic;">ellos me asaltaban.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Bellos rostros que se abrían como flores</span><br /><span style="font-style: italic;">cuerpos del amor…</span><br /><span style="font-style: italic;">No pude encontrar mi casa.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Esa Ciudad por la que vagué</span><br /><span style="font-style: italic;">fue moldeada</span><br /><span style="font-style: italic;">con grandes emociones</span><br /><span style="font-style: italic;">con grandes deseos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Así también</span><br /><span style="font-style: italic;">de grande</span><br /><span style="font-style: italic;">es su cementerio.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Buscando el poema</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Atropellada como un perro.</span><br /><span style="font-style: italic;">Selectiva como un gato.</span><br /><span style="font-style: italic;">Lo busco.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Fiel como tallada en piedra.</span><br /><span style="font-style: italic;">Blanda como la espuma.</span><br /><span style="font-style: italic;">Inocente como un fantasma</span><br /><span style="font-style: italic;">que vaga por la ciudad.</span><br /><span style="font-style: italic;">Lo busco.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Lejos parece que algo brilla:</span><br /><span style="font-style: italic;">¿será el poema?</span><br /><span style="font-style: italic;">Sobre una cinta de fuego</span><br /><span style="font-style: italic;">camino a su encuentro.</span><br /><span style="font-style: italic;">Atropellada.</span><br /><span style="font-style: italic;">Selectiva</span><br /><span style="font-style: italic;">Blanda.</span><br /><span style="font-style: italic;">Inocente.</span><br /><span style="font-style: italic;">Despiadada.<br /><br /></span><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">“Un muerto no es un muerto es la muerte”</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Es una visita que ya no vendrá</span><br /><span style="font-style: italic;">como no sea en sueños.</span><br /><span style="font-style: italic;">Es una casa a la que nunca más iremos</span><br /><span style="font-style: italic;">como no sea con la imaginación.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De aquel domingo del invierno pasado</span><br /><span style="font-style: italic;">en que tres amigos comimos torta “con sabor a infancia”</span><br /><span style="font-style: italic;">-como dijimos-</span><br /><span style="font-style: italic;">y tomamos té con canela</span><br /><span style="font-style: italic;">soy la única sobreviviente.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Hace unos días</span><br /><span style="font-style: italic;">después de una lluvia</span><br /><span style="font-style: italic;">-pensando en estas cosas-</span><br /><span style="font-style: italic;">planté un gajo de enredadera</span><br /><span style="font-style: italic;">que había echado raíces</span><br /><span style="font-style: italic;">dentro de una botella.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Parece que prendió.</span><br /><span style="font-style: italic;">Quisiera que</span><br /><span style="font-style: italic;">-trepando por la pared-</span><br /><span style="font-style: italic;">cubriera el patio</span><br /><span style="font-style: italic;">donde da tanto el sol.</span><br /><span style="font-style: italic;">Es probable que así sea.</span><br /><span style="font-style: italic;">Pero hoy me pregunto</span><br /><span style="font-style: italic;">si llegaré a verlo.</span><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"> </span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Naturaleza muerta</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Tomates rojos</span><br /><span style="font-style: italic;">con una hendidura negra.</span><br /><span style="font-style: italic;">Limones amarillos</span><br /><span style="font-style: italic;">con pezones verdes.</span><br /><span style="font-style: italic;">Zanahorias erectas</span><br /><span style="font-style: italic;">papas ovales</span><br /><span style="font-style: italic;">bananas que yacen arqueadas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sexo sobre la mesa</span><br /><span style="font-style: italic;">donde amaso el pan.</span><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Los huesos de mi padre</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Hace más de veinte años que murió</span><br /><span style="font-style: italic;">y no renovamos el derecho de sus huesos</span><br /><span style="font-style: italic;">a permanecer en el nicho.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De mi parte fue intencional.</span><br /><span style="font-style: italic;">A mi padre no le gustaba estar encerrado.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ojalá un sepulturero los haya vendido</span><br /><span style="font-style: italic;">y haya comido algo especial con su mujer y sus hijos</span><br /><span style="font-style: italic;">o se haya tomado unos vinos</span><br /><span style="font-style: italic;">en rueda de amigos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Y con esos huesos un joven estudie medicina</span><br /><span style="font-style: italic;">-esos huesos largos y bien formados-</span><br /><span style="font-style: italic;">sin pensar en la muerte.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Esta noche</span><br /><span style="font-style: italic;">A José Luis Pagés</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Esta noche va a helar</span><br /><span style="font-style: italic;">-pensé-</span><br /><span style="font-style: italic;">con una inexplicable congoja.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Miré las plantas del patio</span><br /><span style="font-style: italic;">que amagaron con florecer</span><br /><span style="font-style: italic;">después del “veranillo de San Juan”.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Esta noche va a helar.</span><br /><span style="font-style: italic;">Sí.</span><br /><span style="font-style: italic;">Pero ya heló sobre los que fueron</span><br /><span style="font-style: italic;">nuestros sentimientos de antaño</span><br /><span style="font-style: italic;">aquellas pasiones.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Va a helar.</span><br /><span style="font-style: italic;">Ya heló</span><br /><span style="font-style: italic;">-me dije-.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Quisiera extender</span><br /><span style="font-style: italic;">al menos mi mirada</span><br /><span style="font-style: italic;">aún tibia como una manta</span><br /><span style="font-style: italic;">sobre las plantas del patio</span><br /><span style="font-style: italic;">y protegerlas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Comienzo a envejecer.<br /><br /></span><span style="font-weight: bold;">Estela Figueroa<br /><br /></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-style: italic;">Nacida en 1946 en Santa Fe, ciudad donde reside, Estela Figueroa ha publicado los libros de poemas “Máscaras sueltas” (1986, traducido al italiano) y “A capella” (1991). “La forastera” fue editado en la ciudad de Córdoba, con el sello de Ediciones Recovecos y el apoyo de la Secretaría de Cultura de la provincia de Santa Fe. Figueroa trabajó en talleres literarios con menores alojados en la cárcel de Las Flores —experiencia que volcó en la revista “Sin alas”— y publicó también “El libro rojo de Tito”, sobre un personaje popular de Santa Fe, y “Un libro sobre Bioy Casares”, donde compiló una serie de estudios. Actualmente dirige la revista La Ventana, que publica la Dirección de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral</span><br /></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-64449228127970170492007-04-05T05:10:00.000-07:002008-11-13T02:27:49.687-08:00"QUE LATE, LATE, LATE, LATE?", Entrevista a Beatriz Vallejos y una selección de poemas<div style="text-align: right;"><br /></div><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMQIplxEit5yCS-Zf9MLRlUAB0XirXoGWWXb1ltum2jbZV2n6fe6ARC3Lnvt1Fk0ZTr_h34F5mEHFKP62vCWFcbeewkQgdaQFUZabD0O3it4dLrPrrGhRfApqFUTY32jyYwKL3jXsBVdA/s1600-h/beatriz+vallejos.jpg"><img style="margin: 0pt 0pt 10px 10px; float: right; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMQIplxEit5yCS-Zf9MLRlUAB0XirXoGWWXb1ltum2jbZV2n6fe6ARC3Lnvt1Fk0ZTr_h34F5mEHFKP62vCWFcbeewkQgdaQFUZabD0O3it4dLrPrrGhRfApqFUTY32jyYwKL3jXsBVdA/s320/beatriz+vallejos.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5049930047087871826" border="0" /></a><span style="font-weight: bold;">"Somos una vibración infinita"</span><br /><div style="text-align: justify;"><br /><span style="font-weight: bold;">Entrevista de Irina Garbatzky </span><br /><br />Los poemas de Beatriz Vallejos (1922) se cruzan suavemente, como los puntos de un tejido ancestral. Comienzan en 1945, con su primer libro, “Alborada del canto”, y desde entonces siguen y siguen, como textos que "se escriben solos" y penetran las imágenes del litoral, su transparencia y su misterio, a la par de un vasto desarrollo de una obra plástica. Pequeños seres que se nos brindan mediante un único golpe de vista, sus poemas condensan todo el peso y fragilidad que tienen las cosas más sencillas de la existencia: una gota de rocío en su punto máximo de gravidez, un atardecer convocado por entero en su "apaisado profundo", un grito elevando su peso temporal en el movimiento de atravesar dos orillas.<br /><br />La obra de Beatriz Vallejos incluye, entre otros títulos, “La rama del seibo” (1963), “El collar de arena”, “Horario corrido” (1985), “Lectura en el bambú” (1987) y “Del río de Heráclito” (1999). En 2001 apareció “El cántaro”, una antología que recorre su producción. Después de haber pasado la mayor parte de su vida en San José del Rincón y Rosario, reside actualmente en Roldán, cerca de Rosario.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-Beatriz, ¿se “empieza” a escribir? ¿O es la poesía un modo de percepción diferente?</span><br /><br />-¿Empezar? Siempre fue así. Desde la escuela, desde pequeña escribía. Yo me cohibía, escribía, por divertirme, sonetos con todos los chirimbolos. Pero cuando yo tenía que expresarme, la escritura ya adquirió su perfil indiscutible. Mirá, había un profesor de la Universidad, amigo de mi hermano, yo era chiquilina y un día me dice: “Beatriz, se pueden identificar sus poemas, aunque usted no los firme”. Y es cierto. Me puse a pensar, porque para mí todo es valioso, no me siento por encima de nadie, me siento con el derecho de expresarme como quiero porque lo hago desde el vamos con todo el respeto. No me voy a poner a hacer payasadas.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-¿Cómo ha sido su historia con la pintura y con la poesía en este intento de plasmar ambas disciplinas?</span><br /><br />-¡Eso es lo que me estoy preguntando! Porque todo sucedió de golpe. Resulta que un día, curiosa como todo artista, fui a ver la exposición en Rosario de Carlos Valdés Mujica, un imaginero laquista, mi maestro laquista, no había otro laquista en América. ¡Uy, cómo se entusiasmó con mi trabajo! Desde entonces me decía: “Beatriz, tienes que pasar tus trabajos a la tabla”. Mis temas siempre estaban ahí, vinculados con el paisaje. Entonces apareció en mí esa inquietud. Me dije: en sus orígenes el mensaje religioso es un mensaje de luz, y yo no voy a repetir el Evangelio, pero quiero que transmita la alegría de vivir por sobre todas las cosas. Expuse en todos lados, en las mejores galerías en Buenos Aires. Allí, un muchacho que cuidaba las galerías en ese entonces, me dice: “Póngase contenta porque los del Di Tella, cuando usted no está, vienen a agacharse, a mirar por todos los costados, porque les llama la atención lo que usted hace”. Y bueno, dije yo, que miren, que pregunten, si es un diluido sencillo como usaban los italianos del Cuatrocento. Eso eran los íconos -nada más que los hacían de dos metros de alto-, esos santos que mostraban cuál era la verdad espiritual.<br /><br />-<span style="font-weight: bold;">Que se contrapone a esa premisa tan conocida de que sólo de lo oscuro y lo doloroso surge la creación.</span><br /><br />-Claro porque ¿para qué creamos y nos jactamos de ser poetas? Para ser instrumentos de la luz: no podemos andar en son de lo oscuro. Cuando era adolescente pasaba por etapas de rollos, y decía “ya se me va a pasar”. Y hasta que no se pasaba no volvía a escribir.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-Resulta difícil pensar que en este mundo la poesía pueda encontrar un sitio.</span><br />-La poesía siempre fue como un solo mensaje. Lo arruinaron después, con las escuelas del psicoanálisis, las modas. Entonces los inocentes creen que: “Ah, por ahí es” y se largan en tropel y no es así. Lo sencillo, eso es. Y te digo que la poesía que yo escribo, me estoy dando cuenta ahora -pero no me mareo por eso- tiene importancia en el sentido de que he señalado lo que han señalado otros maestros de la plástica: la sencillez. No hay otro camino. Cambiará el paisaje, el telón de fondo, pero siempre los habitantes del misterio están ahí esperando que uno diga: “ah, vos sos mi amigo”. Siempre me atrajo el misterio. Pero no el misterio truculento, de novelón, sino el del ámbito, el misterio del acontecer. La casa de mis padres era chiquita en Rincón, y a mí todo me impresionaba. El olor a humedad de las habitaciones cerradas tenía que ser traducido en algo. Traducir el recuerdo de la casa: ¿qué es lo que primero se fija? Los recuerdos de la infancia, la adolescencia, de acuerdo a su drama interior ¿no? Pero el drama es uno solo. El drama de existir felizmente no se extingue ni se extinguirá nunca. Entonces cada uno lo aborda desde su puente, su puentecito. Eso es todo, nada más. Nada más, y es con la obligación de compartir eso que yo voy prodigando lo que sé con gran generosidad. Yo quería hacer algo que fuera legítimo, no una innovación porque sí. Yo no quería “impactar” sino legitimar una voz.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-Ha dicho que nunca corrige sus poemas, porque el poema se revela. ¿Habría alguna relación entre su poesía y el haiku?</span><br /><br />-Es así, simplemente se van amontonando los aconteceres y bueno, no los puedo desechar, son hijos de mi alma. Vos sabés que cuando empieza un poema sigue, sigue, sigue. Alguna vez dije: “mis libros se escriben solos”. Yo no llegué a ninguna poesía japonesa. La encontré a la vuelta de la esquina y dije: “ah, somos amigos”. No hay nada separado en la historia de la cultura, aparentemente hay etapas, por supuesto, pero está todo convocado.<br /><br />-<span style="font-weight: bold;">Como ese poema que dice: “Recuerdo a mi antepasado sioux...”</span><br />-(Sonríe) “sentado en su verde pradera/ Del lago de sus ojos/ brota la dirección del viento/ antes de que el viento pase”. Es algo vívido, está incorporado a mi realidad. No somos seres extraordinarios porque nos decimos poetas, somos extraordinarios porque hemos tenido la suerte de nacer en este planeta, así como está, todo estropeado, pero con una historia de siglos y eso no se puede olvidar. Sucede como quien junta piedritas en la playa, “a ver”, dice, y junta las más simpáticas y las pone en una bolsita. Pero si uno se pone a ver y a dialogar con esa piedrita, esa piedrita tiene mucho que contar. Todo tiene mucho que contar.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-¿Cuáles son los autores a los que relee?</span><br /><br />-¡Y ahora tengo que pensarlo! Recuerdo que mis padres eran buenos lectores, entonces yo me nutría de esas lecturas, del siglo XIX. ¿Qué autores? Los franceses, Emile Zola. Después los rusos, Maiakovsky me entusiasmaba. Yo no estuve de acuerdo con los poetas suicidas, ¿por qué se tenían que aniquilar? A esos de entrada los puse aparte: “esto no es”, decía. Tuve buenos amigos, como José Portogalo, ¿lo oíste nombrar? Bueno, un día, cuando había cantidad de casas que se alquilaban él dice: “yo me vengo a vivir acá, al lado de ustedes”, y se vino a vivir al lado nuestro. Mirá, todo lo que yo aprendí sobre poesía, creo que lo aprendí de la época nuestra, en la cocina nuestra, y él hablaba, él era sociable, había sido canillita, vendía diarios y enseñaba a bailar el tango, José Portogalo. Pero como buen tano era machista... Todo el que era buen poeta ha dejado su marca y ya que hablás de los japoneses, a mí me impresionó la síntesis de la poesía japonesa. No amontonaban palabras ni discursos sino que el poema estaba ahí, inamovible, como una presencia. Yo lo que más admiro en cualquier ser vivo es el respeto.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-Es muy difícil aprender eso.</span><br /><br />-Ah, se emplea toda una vida. No es fácil. Yo siempre tuve una cierta distancia de la moda y todo eso, me apabullaba esa gente que decía que sabía mucho... Desconfío de la gente que dice que sabe mucho. Nadie sabe lo suficiente. Cuando llega a la última palabra, al último interrogante, que es la síntesis, se queda calladito en el umbral, como un chico que no sabe qué pedir cuando solicita una limosna. Eso es lo que hay que hacer y hay que hacerlo con el mayor respeto.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-Como ese poema de “El collar de arena” que dice: “la playa exalta mi sombra / en tanto el mar sea mar, no moriré”.</span><br /><br />-Claro, porque yo no creo en la muerte, yo creo que somos una vibración infinita. No soy de ninguna secta, no te asustes. Esa es la traducción verdadera, en mí, en otro será de otra forma, de las circunstancias del existir.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-¿Viajó usted, Beatriz?</span><br /><br />-No, no viajé nada, fui dos veces al Paraguay, en barco, como era mi ilusión, conocer el alto Paraná, eso sí, qué lindo. Yo creía, ingenua, que el río era así, derechito, no me imaginaba que daba tantas y tantas vueltas. De eso estoy feliz, de haber conocido el alto Paraná. El atardecer en el alto Paraná es lo más hermoso. Después de eso ¿qué escribir? Lo “obvio”, un tema que le suele gustar a mi nieto: “obvio”, dice; bueno, lo obvio ponélo a un costado, y lo otro ya vendrá solito y descalzo. Yo era quien tenía que intervenir aquí, “yo” el duende, “yo” el desconocido. Siempre te vas a encontrar con desconocidos, siempre es cuestión de no temerles, sino de averiguar a tiempo con qué intenciones vienen. Y que no se tergiversen mis palabras, que no se tergiverse el mensaje. Para mí, mi mensaje es la luz, ya con eso está bien, después cada uno le da el vuelo que cree. ¿Sabés lo que yo hago a veces? Caleidoscopios, mi padre me enseñó cuando era chica, viste que es una aparente ilusión. Así es la poesía, también.<br /><br /><span style="font-weight: bold;">-¿Qué les diría a los que comienzan a escribir poesía?</span><br />-Que sean humildes, como siempre. Lo más humilde es seguir. No la moda, no la estridencia, sino una decantación, como la gotita de agua, ahí viene lo cristalino... Y lo otro, lo otro no vale la pena recogerlo.<br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;"><br /><span></span></span></div><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">SELECCIÓN DE POEMAS DE BEATRIZ VALLEJOS POR SELVA DIPASQUALE</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">DE, “LA RAMA DEL SEIBO” </span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Libertad, dinastía del aire</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Estoy borrando los siglos.</span><br /><span style="font-style: italic;">La mujer se vuelve,</span><br /><span style="font-style: italic;">de sus manos brota la alfarería,</span><br /><span style="font-style: italic;">la agricultura, el tejido.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ese es su reino, ese es su reino, alegría.</span><br /><span style="font-style: italic;">Estoy borrando los siglos.</span><br /><span style="font-style: italic;">El hombre está</span><br /><span style="font-style: italic;">donde su mirada no llega,</span><br /><span style="font-style: italic;">el amplio mundo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El hombre sueña.</span><br /><span style="font-style: italic;">El hombre es un poema.</span><br /><span style="font-style: italic;">La mujer cantaba arrodillada en su quehacer.</span><br /><span style="font-style: italic;">La mujer le dio a beber un mensaje.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Se extendió más allá de la luz:</span><br /><span style="font-style: italic;">Sólo me siento libre</span><br /><span style="font-style: italic;">Cuando soy capaz de crear.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Alfarero de sí</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">-Vasija encantada, forma</span><br /><span style="font-style: italic;">de las formas, contéstame.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">-Y el cántaro, extasiado de penumbra,</span><br /><span style="font-style: italic;">redondeó la luz.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Yunque</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Y para el prisma donde está su rostro,</span><br /><span style="font-style: italic;">Una lágrima dura</span><br /><span style="font-style: italic;">Doblaron con el pan que le forjaron.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Mamá amasa</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Por la señal de los tantos jueves,</span><br /><span style="font-style: italic;">y de iguales domingos,</span><br /><span style="font-style: italic;">mamá amasa y alisa el pan.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">mamá nos ama</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Si las montañas son así</span><br /><span style="font-style: italic;">El volcán de harina es así.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El aire, y tú</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Te miro, estás lejano.</span><br /><span style="font-style: italic;">Y como quiero rodearte en ti mismo,</span><br /><span style="font-style: italic;">soy, apenas el aire,</span><br /><span style="font-style: italic;">dibujándote.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “MARÍA UN CORDERITO TENÍA” </span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">MARÍA UN CORDERITO TENÍA</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">-“María un corderito tenía,</span><br /><span style="font-style: italic;">su pelo era blanco como la nieve”</span><br /><span style="font-style: italic;">-En portugués “María un corderito tenía”,</span><br /><span style="font-style: italic;">-En el dulce dialecto de Flandes,</span><br /><span style="font-style: italic;">“su pelo era blanco como la nieve”</span><br /><span style="font-style: italic;">-Maschenka</span><br /><span style="font-style: italic;">-Un corderito tenía,</span><br /><span style="font-style: italic;">-“Su pelo era blanco como la nieve”</span><br /><span style="font-style: italic;">-María en hebreo un corderito tenía.</span><br /><span style="font-style: italic;">-Su pelo era, en griego, blanco como la nieve.</span><br /><span style="font-style: italic;">-María un corderito tenía</span><br /><span style="font-style: italic;">en el idioma de las gárgaras del rocío</span><br /><span style="font-style: italic;">-En el idioma del pan</span><br /><span style="font-style: italic;">-(¿es que hay un idioma del pan?)</span><br /><span style="font-style: italic;">-Su pelo era blanco como la nieve</span><br /><span style="font-style: italic;">-En inglés. ¿Quién un corderito tenía?</span><br /><span style="font-style: italic;">-María un corderito tenía en inglés.</span><br /><span style="font-style: italic;">-Tenía María un corderito, en el idioma</span><br /><span style="font-style: italic;">del ébano y de los tambores</span><br /><span style="font-style: italic;">-y también maravilla su pelo era</span><br /><span style="font-style: italic;">blanco como la nieve.</span><br /><span style="font-style: italic;">-Lo volveremos a cantar todos los días:</span><br /><span style="font-style: italic;">-El corderito era blanco como la nieve</span><br /><span style="font-style: italic;">y María una niña</span><br /><span style="font-style: italic;">en el idioma de las gárgaras del rocío,</span><br /><span style="font-style: italic;">en el idioma del corderito blanco como la nieve.</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De “OTROS POEMAS” </span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">FÁCILMENTE DEMOSTRABLE</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El vivir</span><br /><span style="font-style: italic;">es eso que sabes </span><br /><span style="font-style: italic;">mejor que yo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Qué le diera a las palabras</span><br /><span style="font-style: italic;">batir poemas, ilusorios afiches,</span><br /><span style="font-style: italic;">superestructuras de la sangre</span><br /><span style="font-style: italic;">que late, late, late, late?</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">PROYECCIÓN</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Un río pasa por galaxias lejanas.</span><br /><span style="font-style: italic;">¿De qué colores todavía no inventados?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"><br /><span style="font-weight: bold;">LA HIERBA</span></span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Por todo bien por todo mal regreso.</span><br /><span style="font-style: italic;">Por todo bien, himnos.</span><br /><span style="font-style: italic;">Por todo mal, pésame.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Por todo bien por todo mal.</span><br /><span style="font-style: italic;">Es la vida.</span><br /><span style="font-style: italic;">El rostro grave de la fe</span><br /><span style="font-style: italic;">que se nutre sin selección posible</span><br /><span style="font-style: italic;">de todo bien y todo mal. Soy la hierba</span><br /><span style="font-style: italic;">acaso un ígneo resplandor del olvido,</span><br /><span style="font-style: italic;">que todo guarda al fin.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “EL COLLAR DE ARENA”</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">El grito</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De orilla a orilla</span><br /><span style="font-style: italic;">como si no hubiese nadie.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Pasaje de luz</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La sombra de las hojas</span><br /><span style="font-style: italic;">Ilumina las naranjas.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Un picaflor asentado en una rama</span><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;"> bajo la llovizna</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Largo tiempo estuvo así.</span><br /><span style="font-style: italic;">Bebimos el tenue</span><br /><span style="font-style: italic;">silencio tornasol.</span><br /><span style="font-style: italic;">Y recién entonces</span><br /><span style="font-style: italic;">levantó vuelo.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Bajo la copa de todo amanecer</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Cedía el aire su pequeño paso,</span><br /><span style="font-style: italic;">los tréboles el malva</span><br /><span style="font-style: italic;">y una flor otra flor.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Las torcacitas</span><br /><span style="font-style: italic;">Caminaban de a dos.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Chuang Tze</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Tan cerca,</span><br /><span style="font-style: italic;">tan apenas tan cerca</span><br /><span style="font-style: italic;">o lejanísimo, tan solo</span><br /><span style="font-style: italic;">un hombre así</span><br /><span style="font-style: italic;">posado</span><br /><span style="font-style: italic;">en una mariposa.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Familia</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Alrededor de la mesa</span><br /><span style="font-style: italic;">regresan como regresábamos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Recordarán que fue así</span><br /><span style="font-style: italic;">lo que ahora escribo.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"><br /><span style="font-weight: bold;">Eslabón abierto</span></span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Si aparto lo que creo que sé</span><br /><span style="font-style: italic;">¿qué queda de mí?</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Relatividad</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De la distancia</span><br /><span style="font-style: italic;">entre la semilla</span><br /><span style="font-style: italic;">y el sol</span><br /><span style="font-style: italic;">comprendo</span><br /><span style="font-style: italic;">que todo es posible.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">La muerte</span><br /><span style="font-style: italic;">descansa</span><br /><span style="font-style: italic;">en los colores.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">La garza</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En el arrozal</span><br /><span style="font-style: italic;">una garza</span><br /><span style="font-style: italic;">sola</span><br /><span style="font-style: italic;">y</span><br /><span style="font-style: italic;">una garza</span><br /><span style="font-style: italic;">sola</span><br /><span style="font-style: italic;">y una garza</span><br /><span style="font-style: italic;">sola.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En el arrozal</span><br /><span style="font-style: italic;">una garza.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Por encima del silencio</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> </span><span style="font-style: italic;font-size:85%;" >Orillas del Salado<br /> Santa Fe</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Camalotes patéticos</span><br /><span style="font-style: italic;">por encima de latas</span><br /><span style="font-style: italic;">por encima de vidrios</span><br /><span style="font-style: italic;">por encima del silencio.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Quién sabe la piedad</span><br /><span style="font-style: italic;">la impiedad.</span><br /><span style="font-style: italic;">Quién sabe la vergüenza la exquisitez.</span><br /><span style="font-style: italic;">El paisaje sobre ruedas, quién sabe.</span><br /><span style="font-style: italic;">Casualmente de otros esotéricos</span><br /><span style="font-style: italic;">símbolos quién sabe, arrojados:</span><br /><span style="font-style: italic;">podridas gomas, podridas hojas.</span><br /><span style="font-style: italic;">Esa zapatilla en el barro</span><br /><span style="font-style: italic;">perdió su pie, quién sabe.</span><br /><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">La poesía es una llama perenne.</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “DEL CIELO HUMANO” </span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Antes del poema</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">en cada rama</span><br /><span style="font-style: italic;">antes</span><br /><span style="font-style: italic;"> antes</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sólo allí quiso ser.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Cardo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> del viento</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> te has vuelto</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> alrededor</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">El arco iris</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">allá allá</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">todavía se ve</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">detrás del pino</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">sonreímos en medio</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">de la calle</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">como otro color</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">del cielo humano</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Triste</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">quedó ahí</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">campanillas levemente doradas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">intentan</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> distraer</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Serena conexión</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Una pequeña mujer china</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">como sería yo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">bordó esta pequeña pantalla</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">de rafia y de colores</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">como lo haría yo</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leo sus manos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Leo su absorto perfil</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">bordando un pequeño detalle:</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> “Yo soy”</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “DEL RÍO DE HERÁCLITO”</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Pincel</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Baja del pincel</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">un benteveo absorto.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Los ríos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La humanísima vez</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">que cae una lágrima.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Tarjeta de humo</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">apantallan</span><br /><span style="font-style: italic;">aguardan</span><br /><span style="font-style: italic;">de una nada</span><br /><span style="font-style: italic;">un algo</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Quinta del zorzal</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Melodía de un solo llamado</span><br /><span style="font-style: italic;">el oculto asiste</span><br /><span style="font-style: italic;">la hebra de la luz</span><br /><span style="font-style: italic;">flauta atardecer</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sabe él los límites</span><br /><span style="font-style: italic;">donde la sinfonía transita</span><br /><span style="font-style: italic;">iridaciones</span><br /><span style="font-style: italic;">trasluz del jacarandá</span><br /><span style="font-style: italic;">del cielo a la altura</span><br /><span style="font-style: italic;">o de los pasos; es que trae</span><br /><span style="font-style: italic;">la señal? Y</span><br /><span style="font-style: italic;">algo de jazmines silabea</span><br /><span style="font-style: italic;">la transformación de la música</span><br /><span style="font-style: italic;">en fragancias</span><br /><span style="font-style: italic;">añejas veladuras</span><br /><span style="font-style: italic;">de fresias</span><br /><span style="font-style: italic;">escritura secreta</span><br /><span style="font-style: italic;">del enhebro del aire</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">es una isla él</span><br /><span style="font-style: italic;">un anillo de agua</span><br /><span style="font-style: italic;">en el contorno de su canto?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">vibración de castaños</span><br /><span style="font-style: italic;">reflejos de panal</span><br /><span style="font-style: italic;">participación del misterio</span><br /><span style="font-style: italic;">en bisbiseo de pétalos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">maternidad de la magnolia</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">el combado de esa floración celeste</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">O si retrae para sí el silbo</span><br /><span style="font-style: italic;">y anuncia la distancia que distrae</span><br /><span style="font-style: italic;">esa órbita del corazón que señala</span><br /><span style="font-style: italic;">ausencias de otro tiempo entonces;</span><br /><span style="font-style: italic;">otro estremecimiento de hojas</span><br /><span style="font-style: italic;">el sereno</span><br /><span style="font-style: italic;">el rocío de la oración</span><br /><span style="font-style: italic;">frente para abrevar estrellas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">lejura sí, insondable, pero arabesco</span><br /><span style="font-style: italic;">gota de la pureza</span><br /><span style="font-style: italic;">donde los ecos devenían azul</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">al profundo. Era</span><br /><span style="font-style: italic;">su testigo de horas</span><br /><span style="font-style: italic;">brevedad</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">regresa pájaro</span><br /><span style="font-style: italic;">a este follaje que te implora</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">dónde estás</span><br /><span style="font-style: italic;">cuando la lluvia inclina</span><br /><span style="font-style: italic;">y velamos la noche</span><br /><span style="font-style: italic;">la llama</span><br /><span style="font-style: italic;">perfecta en su ascensión</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ofreces el silencio</span><br /><span style="font-style: italic;">música guarecida</span><br /><span style="font-style: italic;">todo es tu ámbito</span><br /><span style="font-style: italic;">sin otra intermitencia</span><br /><span style="font-style: italic;">que el relámpago</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Después de la lluvia</span><br /><span style="font-style: italic;">los árboles sacuden luciérnagas</span><br /><span style="font-style: italic;">también mis palabras guiños ráfagas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">qué otra significación tendría</span><br /><span style="font-style: italic;">seguir la fosforescencia de la noche</span><br /><span style="font-style: italic;">el curso del poema</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">la quietud</span><br /><span style="font-style: italic;">es el movimiento </span><br /><span style="font-style: italic;">de la rosa</span><br /><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">antes </span><br /><span style="font-style: italic;">de la perfección</span><br /><span style="font-style: italic;">fue</span><br /><span style="font-style: italic;">la perfección</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;">Pétalos,</span><br /><span style="font-style: italic;">pétalo,</span><br /><span style="font-style: italic;">pétalos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">y de nuevo la rosa.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De “PEQUEÑAS AZUCENAS EN EL PATIO DE MARZO”</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No es tinta</span><br /><span style="font-style: italic;">ni papel</span><br /><span style="font-style: italic;">ni significado</span><br /><span style="font-style: italic;">una palabra me sostiene</span><br /><span style="font-style: italic;">en medio de mí.</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Qué pretendo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En letra de hormiga</span><br /><span style="font-style: italic;">la tinta malva</span><br /><span style="font-style: italic;">la lapicera de bambú</span><br /><span style="font-style: italic;">un chico pide pan</span><br /><span style="font-style: italic;">exquisiteces inocentes</span><br /><span style="font-style: italic;">qué pretendo</span><br /><span style="font-style: italic;">en letra de hormiga.</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “Lectura en el bambú”</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La imagen </span><br /><br /><span style="font-style: italic;">se despereza de la luz</span><br /><span style="font-style: italic;">y funda la memoria</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “Sin evasión”</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Sin evasión</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">bajo la nube tóxica</span><br /><span style="font-style: italic;">escribo poemas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">bajo la nube tóxica</span><br /><span style="font-style: italic;">escribo poemas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">poemas sin palabras</span><br /><span style="font-style: italic;">bajo la nube tóxica</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Mantillo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Estrellas de humus islas</span><br /><span style="font-style: italic;"> Y nosotros humus</span><br /><span style="font-style: italic;"> nosotros aromito</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De, “AL ÁNGEL”</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Al colibrí</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Señor de la brisa ven a libar mi alma</span><br /><span style="font-style: italic;">Mi alma es una taza de universo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La rama del coral es frágil</span><br /><span style="font-style: italic;">a la tormenta del sur</span><br /><span style="font-style: italic;">La rama del coral es frágil</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Señor de la brisa ven a libar mi alma</span><br /><span style="font-style: italic;">Mi alma es una taza de universo</span><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">Beatriz Vallejos</span>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-51289138946637657672007-03-15T16:55:00.000-07:002008-11-13T02:27:49.796-08:00MARYLIN CONTARDI: DESEO Y PREDISPOSICIÓN<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeVkGD7b5B2A1YsALx78zZrhXHDry3eW1AYqN8fS_ny8WOaYj_9jsIpI4VkA8o8gtQFE5feyZDWseg2l1UQsTXt2J_8rbeZbpXFs4BpxTQZhvYjB7TdDqNx-MVskh-aNhm2-YP7NmHfos/s1600-h/pera-peras.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgeVkGD7b5B2A1YsALx78zZrhXHDry3eW1AYqN8fS_ny8WOaYj_9jsIpI4VkA8o8gtQFE5feyZDWseg2l1UQsTXt2J_8rbeZbpXFs4BpxTQZhvYjB7TdDqNx-MVskh-aNhm2-YP7NmHfos/s200/pera-peras.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5042312081218308834" border="0" /></a>Marilyn Contardi nació en Zenón Pereyra, provincia de Santa Fe. Es docente en el taller de Cine de la Universidad Nacional del Litoral. Ha publicado los libros de poemas Los espacios del tiempo (en Venezuela, 1979), El estrecho límite (1992) y Los Patios (2000). Como cineasta realizó, entre otras obras, los films Zenón Pereyra, un pueblo de la colonización (1991) y Homenaje a Juan L. Ortiz (1992). Es también traductora.<br /></div><br /><span style="font-weight: bold;"><br /><br />Tres poemas inéditos</span><br /><br /><br /><span style="font-weight: bold; font-style: italic;">De entrecasa</span><br /><span style="font-style: italic;font-size:85%;" ><br />Time is a horse that runs in the heart, a horse<br />Without a rider on a road at nigth<br />Wallace Stevens</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Crema de belleza</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> "Caudalie"</span><br /><span style="font-style: italic;"> Créme hydratante</span><br /><span style="font-style: italic;"> Aux pepins de raisins</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Uvas</span><br /><span style="font-style: italic;"> para la</span><br /><span style="font-style: italic;"> merienda</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> mamá</span><br /><span style="font-style: italic;"> pone la fuente</span><br /><span style="font-style: italic;"> con uvas</span><br /><span style="font-style: italic;"> recién lavadas</span><br /><span style="font-style: italic;"> sobre la mesa</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> las pepitas,</span><br /><span style="font-style: italic;"> vuelan</span><br /><span style="font-style: italic;"> de la boca</span><br /><span style="font-style: italic;"> de mi hermana,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> rebotan</span><br /><span style="font-style: italic;"> a nuestros pies</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> bordan</span><br /><span style="font-style: italic;"> negros</span><br /><span style="font-style: italic;"> puntitos</span><br /><span style="font-style: italic;"> rococó</span><br /><span style="font-style: italic;"> en los mosaicos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Y nuestra piel</span><br /><span style="font-style: italic;"> es más fina,</span><br /><span style="font-style: italic;"> que la piel</span><br /><span style="font-style: italic;"> del durazno</span><br /><span style="font-style: italic;"> y más preciosa</span><br /><span style="font-style: italic;"> que los vestidos</span><br /><span style="font-style: italic;"> del rey Salomón</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Ahora.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> day and night</span><br /><span style="font-style: italic;"> face and neck</span><br /><span style="font-style: italic;"> moisturizing,</span><br /><span style="font-style: italic;"> protecting</span><br /><span style="font-style: italic;"> by anti-oxidant cream</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> But, honey</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> el tiempo,</span><br /><span style="font-style: italic;"> es ese</span><br /><span style="font-style: italic;"> inescrutable</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> viene y va,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> entretejiendo</span><br /><span style="font-style: italic;"> envolviendo</span><br /><span style="font-style: italic;"> día y noche</span><br /><span style="font-style: italic;"> noche y día</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> en finas</span><br /><span style="font-style: italic;"> redes</span><br /><span style="font-style: italic;"> sigilosas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> impalpables</span><br /><span style="font-style: italic;"> telas</span><br /><span style="font-style: italic;"> de araña</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> face and neck</span><br /><span style="font-style: italic;"> body and soul</span><br /><span style="font-style: italic;"> protecting by</span><br /><span style="font-style: italic;"> anti-oxidant cream</span><br /><span style="font-style: italic;"> of grape-seed.</span><br /><span style="font-style: italic;">Las frutas</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;"> Peras de agua</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Vienen</span><br /><span style="font-style: italic;"> envueltas</span><br /><span style="font-style: italic;"> en papel</span><br /><span style="font-style: italic;"> de seda,</span><br /><span style="font-style: italic;"> peras de agua</span><br /><span style="font-style: italic;"> de Río Negro,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> amarillas</span><br /><span style="font-style: italic;"> perfumadas</span><br /><span style="font-style: italic;"> lisas</span><br /><span style="font-style: italic;"> y húmedas</span><br /><span style="font-style: italic;"> como si</span><br /><span style="font-style: italic;"> transpiraran</span><br /><span style="font-style: italic;"> el aliento</span><br /><span style="font-style: italic;"> de los lagos</span><br /><span style="font-style: italic;"> helados</span><br /><span style="font-style: italic;"> del sur.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Peras</span><br /><span style="font-style: italic;"> Williams,</span><br /><span style="font-style: italic;"> de Río Negro.</span><br /><span style="font-style: italic;"> Por tren.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Perfumadas</span><br /><span style="font-style: italic;"> amarillas,</span><br /><span style="font-style: italic;"> con pintitas</span><br /><span style="font-style: italic;"> de color</span><br /><span style="font-style: italic;"> más subido,</span><br /><span style="font-style: italic;"> ni que hechas</span><br /><span style="font-style: italic;"> con plumín</span><br /><span style="font-style: italic;"> de tinta china,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> y apenas</span><br /><span style="font-style: italic;"> un rubor</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> como si</span><br /><span style="font-style: italic;"> el alba,</span><br /><span style="font-style: italic;"> espiada</span><br /><span style="font-style: italic;"> a través</span><br /><span style="font-style: italic;"> de las hojas,</span><br /><span style="font-style: italic;"> hubiese</span><br /><span style="font-style: italic;"> estampado</span><br /><span style="font-style: italic;"> unos besos</span><br /><span style="font-style: italic;"> bajo la seda</span><br /><span style="font-style: italic;"> amarilla</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> ¡De Río Negro,</span><br /><span style="font-style: italic;"> y en tren!</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Dispuestas</span><br /><span style="font-style: italic;"> en cajones</span><br /><span style="font-style: italic;"> de madera</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> envueltas</span><br /><span style="font-style: italic;"> en papel</span><br /><span style="font-style: italic;"> de seda</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> papá</span><br /><span style="font-style: italic;"> levanta</span><br /><span style="font-style: italic;"> una</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> abre</span><br /><span style="font-style: italic;"> el papel,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> de la palma</span><br /><span style="font-style: italic;"> de su mano,</span><br /><span style="font-style: italic;"> del susurrado</span><br /><span style="font-style: italic;"> despliegue</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> sale</span><br /><span style="font-style: italic;"> algo más</span><br /><span style="font-style: italic;"> que la delicia</span><br /><span style="font-style: italic;"> ofrecida</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> "algo así como."</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> "una especie de."</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> "como si fuese un."</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> entonces.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> la acerca</span><br /><span style="font-style: italic;"> a su cara,</span><br /><span style="font-style: italic;"> huele,</span><br /><span style="font-style: italic;"> :-¡mmmm!</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> ¡ese perfume</span><br /><span style="font-style: italic;"> que tienen!</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;"> Rojo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">De unas reflexiones de Sam Francis,</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Rojo es el color.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> El rojo,</span><br /><span style="font-style: italic;"> contiene</span><br /><span style="font-style: italic;"> todos</span><br /><span style="font-style: italic;"> los colores</span><br /><span style="font-style: italic;"> incluido el Rojo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> enciende,</span><br /><span style="font-style: italic;"> estalla,</span><br /><span style="font-style: italic;"> inflama</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> el mismísimo</span><br /><span style="font-style: italic;"> Negro</span><br /><span style="font-style: italic;"> no es más</span><br /><span style="font-style: italic;"> que un Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> que se apaga</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> y el Blanco</span><br /><span style="font-style: italic;"> un Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> ya pálido</span><br /><span style="font-style: italic;"> de tanto ardor</span><br /><span style="font-style: italic;"> y desmayado</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> el Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> es el comienzo,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> anterior</span><br /><span style="font-style: italic;"> al mismo Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> como dios es</span><br /><span style="font-style: italic;"> anterior a dios</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Mi hermana</span><br /><span style="font-style: italic;"> moja el lápiz rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> en la punta</span><br /><span style="font-style: italic;"> de la lengua</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> lo desliza,</span><br /><span style="font-style: italic;"> sobre la página</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> patita de</span><br /><span style="font-style: italic;"> libélula</span><br /><span style="font-style: italic;"> de libélula roja</span><br /><span style="font-style: italic;"> por el agua</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> el ojo sigue</span><br /><span style="font-style: italic;"> el trazo,</span><br /><span style="font-style: italic;"> enamorado</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> La libélula</span><br /><span style="font-style: italic;"> se desliza</span><br /><span style="font-style: italic;"> por el agua</span><br /><span style="font-style: italic;"> sin dañarla</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> sólo deja el reflejo</span><br /><span style="font-style: italic;"> de su paso</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> El Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> es el color</span><br /><span style="font-style: italic;"> el preferido</span><br /><span style="font-style: italic;"> de los ojos,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> sólo el Azul</span><br /><span style="font-style: italic;"> se le anima</span><br /><span style="font-style: italic;"> y es astuto,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> sube veloz al cielo</span><br /><span style="font-style: italic;"> y lo arrebata</span><br /><span style="font-style: italic;"> antes de que</span><br /><span style="font-style: italic;"> el Rojo se instale,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> pero ¡tan delicado!</span><br /><span style="font-style: italic;"> le hace lugar</span><br /><span style="font-style: italic;"> en la cúpula</span><br /><span style="font-style: italic;"> a su lado</span><br /><span style="font-style: italic;"> y entre los dos</span><br /><span style="font-style: italic;"> ven los destellos</span><br /><span style="font-style: italic;"> subir</span><br /><span style="font-style: italic;"> magníficos</span><br /><span style="font-style: italic;"> en los párpados</span><br /><span style="font-style: italic;"> del sol.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> Y esta vez</span><br /><span style="font-style: italic;"> sin darse cuenta,</span><br /><span style="font-style: italic;"> el Azul se le cae</span><br /><span style="font-style: italic;"> entre los brazos,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"> El Rojo es el color.</span><br /><span style="font-style: italic;"> Todos los colores</span><br /><span style="font-style: italic;"> están en el Rojo</span><br /><span style="font-style: italic;"> incluído el Rojo.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De El estrecho límite</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Amenaza del crepúsculo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El crepúsculo nos amenaza</span><br /><span style="font-style: italic;">de azul en azul por los techos,</span><br /><span style="font-style: italic;">de rojo en rojo, al púrpura,</span><br /><span style="font-style: italic;">al ciclamen, todo de filigrana</span><br /><span style="font-style: italic;">en los hilos telegráficos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El crepúsculo nos amenaza</span><br /><span style="font-style: italic;">con incendios pavorosos</span><br /><span style="font-style: italic;">en sótanos donde estallan</span><br /><span style="font-style: italic;">de luz, botellas apiladas,</span><br /><span style="font-style: italic;">crepitan siempre niñas</span><br /><span style="font-style: italic;">viejas muñecas en los</span><br /><span style="font-style: italic;">sillones apolillados.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Espérenme que sólo miro</span><br /><span style="font-style: italic;">este primer indicio</span><br /><span style="font-style: italic;">encenderse como una rosa</span><br /><span style="font-style: italic;">de diamante en el liso,</span><br /><span style="font-style: italic;">liso, liso cielo al oeste.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La belleza no es otra cosa</span><br /><span style="font-style: italic;">es la misma cosa,</span><br /><span style="font-style: italic;"> ahora,</span><br /><span style="font-style: italic;">que el rubo remontando</span><br /><span style="font-style: italic;">a las mejillas de la chica</span><br /><span style="font-style: italic;">que corre descalza por la vereda.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En el arrebato de carrera</span><br /><span style="font-style: italic;">bajo el rosa del cielo,</span><br /><span style="font-style: italic;">es la depositaria</span><br /><span style="font-style: italic;"> ahora</span><br /><span style="font-style: italic;">de la naturaleza amenazada.</span><br /><span style="font-style: italic;">En su inocencia</span><br /><span style="font-style: italic;">la vestal ignorada.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Déjenla correr ahora.</span><br /><span style="font-style: italic;">Déjenla ir</span><br /><span style="font-style: italic;">por el andarivel azul</span><br /><span style="font-style: italic;">que el crepúsculo tiende</span><br /><span style="font-style: italic;">sólo para ella</span><br /><span style="font-style: italic;">en el campo murmurador</span><br /><span style="font-style: italic;">ya condenado también.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Déjenla ir</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras la gracia</span><br /><span style="font-style: italic;">de sus años la protege</span><br /><span style="font-style: italic;">como una aureola.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Déjenla,</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras el campo</span><br /><span style="font-style: italic;">se estira a sus pies</span><br /><span style="font-style: italic;">como un animal fiel.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Que corra ahora</span><br /><span style="font-style: italic;">y sólo oiga</span><br /><span style="font-style: italic;">el largo silbido</span><br /><span style="font-style: italic;">del viento,</span><br /><span style="font-style: italic;">el murmurador</span><br /><span style="font-style: italic;">espacio del cielo</span><br /><span style="font-style: italic;">y la música</span><br /><span style="font-style: italic;">aún más alta</span><br /><span style="font-style: italic;">de su fondo violáceo</span><br /><span style="font-style: italic;">transido de estrellas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Que corra ahora</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras</span><br /><span style="font-style: italic;">el estrecho límite</span><br /><span style="font-style: italic;">aún no fue tendido,</span><br /><span style="font-style: italic;">ni la ve la mirada</span><br /><span style="font-style: italic;">que clava el cuerpo</span><br /><span style="font-style: italic;">como a un animalito</span><br /><span style="font-style: italic;">la cerbatana.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Déjenla ir</span><br /><span style="font-style: italic;">y así la inscriba el Tiempo;</span><br /><span style="font-style: italic;">una gracia fugaz</span><br /><span style="font-style: italic;">en un perenne salto.</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">Ausencia<br /><br /></span><span style="font-style: italic;"> a mi hermana</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Es muy fácil decir que todo</span><br /><span style="font-style: italic;">es nada más que ausencia,</span><br /><span style="font-style: italic;">es muy fácil decir que todo</span><br /><span style="font-style: italic;">llega al límite señalado</span><br /><span style="font-style: italic;">y se deshace.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Pero no es justo</span><br /><span style="font-style: italic;">ni es cierto.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Hubo un antes de tardes apacibles</span><br /><span style="font-style: italic;">y de mañanas. La melodía anónima</span><br /><span style="font-style: italic;">que merodeó el oído y moduló la voz.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">La llamada irresistible del color,</span><br /><span style="font-style: italic;">tu mano que iba dócil a seguir</span><br /><span style="font-style: italic;">esas líneas que envolvían esas llamas.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El crecer florecía en las entrañas</span><br /><span style="font-style: italic;">como un pimpollo raro. La adolescencia</span><br /><span style="font-style: italic;">vino a aturdir con su deseo imperioso.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No fue difícil. Ni fácil.</span><br /><span style="font-style: italic;">Fue simplemente humano,</span><br /><span style="font-style: italic;">como el agua es el agua</span><br /><span style="font-style: italic;">o el brillo de la estrella</span><br /><span style="font-style: italic;">es, para nosotros, la estrella.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El mismo crecer inscribiría la hora</span><br /><span style="font-style: italic;">del fin? Quién sabe. Dormitaba</span><br /><span style="font-style: italic;">tal vez indiferente, como</span><br /><span style="font-style: italic;">la víbora en el pasto,</span><br /><span style="font-style: italic;">puesta allí por Aquello</span><br /><span style="font-style: italic;">tan poderoso como inescrutable.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">No es remordimiento. Pero es</span><br /><span style="font-style: italic;">una desazón. Algo enturbia la mirada.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ahora, que en el añil se deslizan,</span><br /><span style="font-style: italic;">garzas lejanas, las nubes</span><br /><span style="font-style: italic;">no sé si estoy viendo</span><br /><span style="font-style: italic;">por lo que no ves,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">si oigo por tu silencio,</span><br /><span style="font-style: italic;">si la tierra</span><br /><span style="font-style: italic;">transmite mi pulsación</span><br /><span style="font-style: italic;">a ese estado en que estás,</span><br /><span style="font-style: italic;">recibido de la Naturaleza</span><br /><span style="font-style: italic;">igual al nacimiento,</span><br /><span style="font-style: italic;">al primer diente caído,</span><br /><span style="font-style: italic;">al primer dolor,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">en la inexorable hora helada</span><br /><span style="font-style: italic;">en que la luz cedió a las sombras</span><br /><span style="font-style: italic;">y anocheció en el iris de tus ojos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Es tan difícil decir</span><br /><span style="font-style: italic;">hasta el deseo más simple.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Se sucumbe ante tantas cosas.</span><br /><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">De Los Patios</span><br /><br /><span style="font-style: italic;"><span style="font-weight: bold;">Diciembre</span><br /><br /></span><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">I<br /><br /></span><span style="font-style: italic;">Dejen que el sonido antiguo</span><br /><span style="font-style: italic;">entre de nuevo a la galería</span><br /><span style="font-style: italic;"> -es tan simple-</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">y a estos pasos</span><br /><span style="font-style: italic;">se cuelen otros pasos</span><br /><span style="font-style: italic;"> y ellos</span><br /><span style="font-style: italic;"> también puedan volver</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">es sólo cuestión de deseo</span><br /><span style="font-style: italic;">sólo eso</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">sí,</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">hasta en los milagros</span><br /><span style="font-style: italic;">hubo, antes, sólo eso: deseo</span><br /><span style="font-style: italic;">y siempre...: predisposición</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">es difícil decirlo, entiéndanme:</span><br /><span style="font-style: italic;"> conocen esa quietud al atardecer,</span><br /><span style="font-style: italic;"> una -indecible-</span><br /><span style="font-style: italic;"> suspensión?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">cuando algo parece inminente:</span><br /><span style="font-style: italic;">el esplendor alado</span><br /><span style="font-style: italic;">el horror sin límites</span><br /><span style="font-style: italic;">basta una leve rajadura</span><br /><span style="font-style: italic;"> para que entren</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">ah, sí, los cándidos racionalistas</span><br /><span style="font-style: italic;">nos tranquilizan</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">una bella cadena de razones</span><br /><span style="font-style: italic;">enjoya sus muñecas como una pulsera</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">pero usted y yo</span><br /><span style="font-style: italic;">en nuestras noches absortas</span><br /><span style="font-style: italic;">aprendimos que nada está quieto</span><br /><span style="font-style: italic;">bajo las sombras calmas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Olivia,</span><br /><span style="font-style: italic;">jugando a los enamorados</span><br /><span style="font-style: italic;">desaparecíamos</span><br /><span style="font-style: italic;">en el aire verdeoro</span><br /><span style="font-style: italic;">del patio</span><br /><span style="font-style: italic;">-el amor,</span><br /><span style="font-style: italic;">qué sería,</span><br /><span style="font-style: italic;">y ellos</span><br /><span style="font-style: italic;">quiénes-</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">el espejo nos atrapó</span><br /><span style="font-style: italic;">en su reflejo</span><br /><span style="font-style: italic;">si alguien asomara</span><br /><span style="font-style: italic;">por su reverso</span><br /><span style="font-style: italic;">nos encontraría.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Basta inquietud,</span><br /><span style="font-style: italic;">vuelve a tus antros infernales</span><br /><span style="font-style: italic;">deja lugar para que suba</span><br /><span style="font-style: italic;">la calma celeste de los campos tranquilos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">no me interrumpas,</span><br /><span style="font-style: italic;">estoy en otro estado</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">no es el primer amor, ni el último</span><br /><span style="font-style: italic;">pero es el elegido</span><br /><span style="font-style: italic;">el consagrado, que crece</span><br /><span style="font-style: italic;">y vuela cada segundo,</span><br /><span style="font-style: italic;">en cada resplandor, en cada sombra.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Entonces...</span><br /><span style="font-style: italic;">basta con estar ahí</span><br /><span style="font-style: italic;">dispuesta a que suceda</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Ella, la Naturaleza</span><br /><span style="font-style: italic;">develará sus formas y sus voces,</span><br /><span style="font-style: italic;">cantará sus quejas,</span><br /><span style="font-style: italic;">suspirará sus deseos</span><br /><span style="font-style: italic;">y el futuro asomará su rostro</span><br /><span style="font-style: italic;">justo frente</span><br /><span style="font-style: italic;">a nosotros</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">mientras se transforma la nube</span><br /><span style="font-style: italic;">la claridad se filtra entre las hojas</span><br /><span style="font-style: italic;">tiembla en la cortina la mariposa</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">se trata sólo de acogerlos</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Dejen que voces, colores, cuerpos,</span><br /><span style="font-style: italic;">aromas se presenten de nuevo</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">la metamorfosis nos alcanza</span><br /><span style="font-style: italic;">divide lo indiviso</span><br /><span style="font-style: italic;">modela nuestra forma,</span><br /><span style="font-style: italic;">ahora somos, nube claridad</span><br /><span style="font-style: italic;">hoja temblor mariposa</span><br /><br /><span style="font-style: italic; font-weight: bold;">II<br /><br /></span><span style="font-style: italic;">Me está faltando la voz</span><br /><span style="font-style: italic;">y me parece que sé de qué se trata:</span><br /><span style="font-style: italic;">Musas,</span><br /><span style="font-style: italic;">por qué me abandonaron?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">qué olvido me distrajo</span><br /><span style="font-style: italic;">qué voces me confundieron</span><br /><span style="font-style: italic;">cuando de un punto al otro</span><br /><span style="font-style: italic;">de la tarde corría, junto a los otros,</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras ustedes zumbaban como abejas alrededor.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Nunca, antes, cuando flotaban</span><br /><span style="font-style: italic;">enredadas a nuestros cabellos</span><br /><span style="font-style: italic;">imaginé que iba a perderlas</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Qué voy a hacer sin el aliento de</span><br /><span style="font-style: italic;">sus dulces voces?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">Cómo no vi que se alejaban?</span><br /><span style="font-style: italic;">Fue en invierno, cuando la casa</span><br /><span style="font-style: italic;">quedó sin un alma, y la noche</span><br /><span style="font-style: italic;">llamó en el patio vacío?</span><br /><span style="font-style: italic;">Fue cuando la lluvia golpeó la ventana</span><br /><span style="font-style: italic;">y el lamento del agua sonó</span><br /><span style="font-style: italic;">desde las canaletas</span><br /><span style="font-style: italic;"> con la voz de un animal que agoniza?</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">El alarido de la tormenta cruzó el cielo</span><br /><span style="font-style: italic;">en un tumulto de alas grises,</span><br /><span style="font-style: italic;">hirió de muerte los jacintos.</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">En esta perplejidad, ahora,</span><br /><span style="font-style: italic;">mientras los zarcillos de sombra</span><br /><span style="font-style: italic;">corren por la pared,</span><br /><span style="font-style: italic;">el sol minia las hojas</span><br /><span style="font-style: italic;">de su relicario de oro,</span><br /><span style="font-style: italic;">y el cielo se abre y se cierra</span><br /><span style="font-style: italic;">sin una melodía,</span><br /><span style="font-style: italic;">cuándo van a volver</span><br /><span style="font-style: italic;">cuándo van a volver</span><br /><span style="font-style: italic;">-casi pregunto-</span><br /><span style="font-style: italic;">con la abeja de la canción</span><br /><span style="font-style: italic;">en los labios</span><br /><span style="font-style: italic;">-siento que me disuelvo</span><br /><span style="font-style: italic;">en la suspensión celeste-</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">-confieso,</span><br /><span style="font-style: italic;">hay algo que perturba:</span><br /><span style="font-style: italic;">la razón</span><br /><span style="font-style: italic;">no quiere acompañarme,</span><br /><span style="font-style: italic;">se niega a creer</span><br /><span style="font-style: italic;">que algo desfallezca</span><br /><span style="font-style: italic;">si no están-</span><br /><br /><span style="font-style: italic;">pero... y si vuelven</span><br /><span style="font-style: italic;">-sólo pregunto-</span><br /><span style="font-style: italic;"> yo, estaré</span><br /><span style="font-style: italic;"> yo</span><br /><span style="font-style: italic;"> estaré...?</span>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-8550648578676314292007-02-22T21:19:00.000-08:002022-07-23T17:45:53.430-07:00ALVARO CORMENZANA, POETA SIN LIBRO - Edición: Reynaldo Castro<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGCnEETmrx6FdzzqdniJRPii74n-UoCNY1jqrCRy6plQKRUxpr_dF69XvnLyA2DmWPx_CuSQpJHOqhmhiG1EK-f9wYnCndThIyU_kPVpx8SxkKetMwj2RrXqhn1AKGAP6L8PFsIA6AJ34/s1600-h/MUJER+AZUL+PICASSO.bmp"><img alt="" border="0" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5034598422937107858" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiGCnEETmrx6FdzzqdniJRPii74n-UoCNY1jqrCRy6plQKRUxpr_dF69XvnLyA2DmWPx_CuSQpJHOqhmhiG1EK-f9wYnCndThIyU_kPVpx8SxkKetMwj2RrXqhn1AKGAP6L8PFsIA6AJ34/s320/MUJER+AZUL+PICASSO.bmp" style="cursor: hand; float: left; margin: 0px 10px 10px 0px;" /></a><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></div><div align="justify"> <span style="font-family: inherit;">Poeta, violinista, letrista de rock y ─como el mismo se define─ psicótico "recibido en distintos hospitales", Álvaro Sebastián Cormenzana nació en 1954 en San Salvador de Jujuy, ciudad donde reside. A pesar de no tener libro publicado (¿o tal vez por eso?) es para muchos en Jujuy la figura central de su generación. Aquí se incluye una selección de sus poemas, un autorretrato y opiniones de algunos colegas.<br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Alvaro Cormenzana / Poemas</strong></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><i><div style="text-align: right;"><br /></div></i></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><em></em></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><i>Una pasión vacante</i></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><i>tal vez ella nos salve</i></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><strong>Roberto Juarroz</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em></em> </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;">Nos habíamos amado<br />tan furiosamente aquella vez...<br />Hasta los ángeles rehusaron<br />seguir a nuestro lado.<br />Al despertar<br />tuvimos tanto hambre y tanta,<br />tanta sed,<br />que nos tragamos<br />sin querer<br />eso lluvioso que soñamos.<br />Pero<br />no te preocupes,<br />que<br />al parecer<br />nadie se ha dado cuenta todavía.<br /><br /><div style="text-align: right;"><br /></div><span><div style="text-align: justify;"><em style="text-align: left;">Ventura es cima.</em></div></span></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;"><strong>Jorge Guillén</strong></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><span style="font-family: inherit;"><em></em></span><div style="text-align: justify;"><span style="font-family: inherit;">Cegados.</span><br /><span style="font-family: inherit;">No sin luz,</span><br /><span style="font-family: inherit;">sólo cegados.</span><br /><span style="font-family: inherit;">En palpar incesante</span><br /><span style="font-family: inherit;">se suman nuestras manos.</span><br /><span style="font-family: inherit;">Regresamos sin retroceder.</span><br /><span style="font-family: inherit;">El sésamo del presente</span><br /><span style="font-family: inherit;">cede su clave</span><br /><span style="font-family: inherit;">y desplaza el tiempo de su seno.</span><br /><span style="font-family: inherit;">Una vez allí,</span><br /><span style="font-family: inherit;">meramente habitamos.</span><br /><span style="font-family: inherit;">No creas que es poco.</span><br /><br /><br /><div style="text-align: right;"><i><br /></i></div><span style="font-family: inherit;"><i>Cantando en la yema de los dedos.<br /></i><div style="text-align: justify;"><strong style="font-family: inherit; text-align: left;">Enrique Molina</strong></div></span></div><div align="justify"><br /></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">El lugar de la magia<br />es tu cuerpo en calma.<br />Sólo allí<br />la claridad<br />se reconoce por el tacto.<br /><br /><i><br /><span>Nos ponemos luces en el cuerpo<br />y caminamos bajo el agua.</span></i></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><span><b>Mario Romero</b><br /></span></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><span style="font-family: inherit;"><em></em></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Es áspero tu cuerpo.<br />Ya las manos de mi tacto<br />no son mías<br />y<br />te quedas<br />sintiendo mi caricia<br />en otro cuerpo.<br />No preguntes dónde estamos.<br /><br /><br /><br /><span><i>Sin más pradera que tus ojos.</i></span></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><strong>Enrique Molina</strong><br /></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em></em> </span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Narciso<br />Eres un fantasma.<br />Lo sé cuando te hablo.<br />Porque<br />el eco de mis voces<br />regresa a mí<br />intacto.<br />Ni el amor que me tienes<br />lo modifica.<br />Por eso<br />a veces<br />sólo por piedad,<br />te miro tanto.<br /><br /><br /><span><em>Silenciosa, remota, reproche mismo.<br /><strong>James Joyce</strong><br /></em></span></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><em><strong><br /></strong></em></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Desde que me bebí sus ojos<br />todas las noches<br />la siento llorar,<br />distante como la sombra roja<br />de la manzana del sueño.<br />Su llanto me moja entero.<br /><br /><br /><br /><span><em>Todo lo doy a cambio del deseo.<br /><strong>Julio Cortázar</strong><br /></em></span></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Juntos,<br />sin saberlo,<br />éramos la sed y el deseo.<br />Algún temor al éxtasis<br />cayó al agua<br />y alteró la calma del espejo.<br />Regresamos a nosotros<br />en el agua sedienta que bebimos.<br /><br /><br /><br /><em><span>Cometí el peor de los pecados...<br /><b>Jorge Luis Borges</b></span><br /></em></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Cometí el peor de los errores:<br />dejé que tu nombre me habitara.<br />Ahora,<br />deberé cantar,<br />o traicionarte,<br />hasta que mi sangre lo olvide.<br /><br /><br /><br /><b>Y DESAPARECÍ.</b></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br />cuando ella,<br />desnuda a mi lado<br />preguntó si es verdad<br />que se pudre<br />el cadáver de un sueño.<br /><br /><br /><b><br />TOCANDO el violín</b></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br />con los pies<br />en medio del río,<br />lograba que el agua<br />recobrara su memoria.<br /><br /><br /><br /><br /><b>DESDE LAS VENTANAS de un colegio</b></span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br />un grupo de niñas goza<br />chistando a los hombres<br />que pasan por la vereda.<br />Las monjas del internado<br />olvidan el calor de la siesta<br />diciendo sus oraciones<br />y<br />con la biblia entre sus piernas,<br />toleran<br />la diversión de sus pupilas.<br />Más expertos que Ulises,<br />los hombres que pasan<br />no hacen caso del juego de las niñas.<br />Más necios que Ulises,<br />los hombres que pasan<br />nunca aprenderán a distinguir<br />el canto de las sirenas.<br /><br /><br /><br /><br /><strong>Álvaro Cormenzana / Autorretrato<br />Autorretrato o par lui-même.<br /></strong></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">Las dos valen, no digo que sirvan.<br />En una época mientras leía las cartas a Theo, que Van Gogh enviaba a su hermano, yo me dibujaba la mano con que sostenía el libro. Mi novia de entonces también lo hacía. Digo que dibujaba cosas mientras leía esas cartas.<br />En el 76 hice un dibujo que conservo. Dibujaba en el estilo de Picasso sin saber que ese hombre era el que mandaba en el mundo de la pintura. Era un tipo que huía despavorido corriendo sobre la palma de una mano enorme.<br />Estaba intentando autorretratos cuando murió mi padre. Luego del funeral, pinté un lienzo amarillo y puse un poco de azul directamente con el pomo de óleo y no intenté nunca nada más.<br />Por sí mismo.<br />Quizá porque ignoro quién me lleva es que tejo con palabras el ser que soy en algunas circunstancias. Y de esas algunas, lectores y oyentes leen y hablan y parece que así también se construye el mundo. Y no son mundos iguales. Unos leen de la letra impresa, otros de servilletas y otros me escuchan decir y están presentes.<br />Entonces, todo lo que soy mientras no tejo con palabras es un tesoro que no quiero perderme y es ahí cuando apuesto por la Música, sin la cual sería invisible el mundo.<br />A veces, leyendo a algunos escritores me digo que no hay por qué satisfacer la demanda bestial de querer comprenderlo todo. Un escritor por sí mismo es el género que más satisface a las bestias de la curiosidad de lectores o al chusmerío inacabable de los oyentes y al monstruo del sueño de los escritores que quieren ordenar el mundo y olvidan que la tarea de un poeta es dejar que siga girando.<br />En lugar de contarles fábulas y apuestas sobre el que creo ser, prefiero que mis poemas, como esas cartas de Vincent, les hagan pensar que escribir poemas tiene una felicidad que le es propia sea cual sea el drama que descubra y, si al leer, se les ocurre cantar o hacer algo que valga la pena y que les impida ser menos malos habrá gente que seguirá creyendo en este oficio y que autorretratos y por sí mismos, en el fondo, sólo sirven para confiar que quien no hechiza es una buena persona.<br />Lo cual, no siempre es cierto.<br />De ahí la biografía, pero todavía no me he muerto.<br /><br /><br /><strong>El poeta x otros poetas</strong><br /><br />"Es importante destacar la influencia que ejerce Álvaro Cormenzana sobre los poetas que por aquellos años [a mediados de los setenta] se instalaban en Tucumán: Ernesto Aguirre, Pablo Baca y Alejandro Carrizo. Esta influencia se da por varios motivos, dos de ellos se notan claramente. El primero está señalado por la profundidad con que escribe Cormenzana; el segundo, por las distintas posiciones que él adopta frente a la vida y al hecho artístico. Más tarde, estas posiciones serán (re)transmitidas, de boca en boca, durante los distintos encuentros de escritores, configurando una imagen un tanto mítica del poeta. Los poemas de Álvaro Cormenzana son como una bomba de tiempo, el día que se editen sus libros van a estallar con tanta intensidad que los influenciados serán muchos más".</span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Reynaldo Castro, Nueva poesía de Jujuy, Jujuy, Daltónica, 1991.<br /></strong></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">"Álvaro Cormenzana se ha consagrado, ya que no a editar, a la prolija elaboración de su mito personal, empresa en la que colaboran eficazmente algunos de sus adláteres".</span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Cristina Siscar, Revista Hum(o)r, N° 295. Buenos Aires: De la urraca, agosto de 1991.<br /></strong></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">"De algún modo u otro, prácticamente todos los incluidos [en la antología Nueva poesía de Jujuy] reconocen el mayorazgo espiritual de Álvaro Cormenzana, un hombre para quien la poesía -como debe ser- está más cerca de la vida que de la literatura y que, aunque dueño de una escritura ceñida y singular, no ha creído necesario publicarse en libro".</span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Rodolfo Alonso, "Voces de adentro". Revista Hora de poesía, N° 75/76. Barcelona (España), mayo/agosto, 1991<br /></strong></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">"Si una mujer le duele en todo el cuerpo a Borges, es quizás la misma que le llora por dentro a Cormenzana. Mujer de carne y verso, la que desde su condición primera y última se le resiste y cierra sus piernas para que no salgan palabras sin parto.<br />Sin ánimo de considerar cumplidos, ni condescendencias, ni condecorarle insignias, digo de Alvaro Cormenzana lo que él seguramente nunca quiera revelar: la secreta felicidad de un ser desposeído, sin oprobio, ni maldad, que redime palabras por el sólo hecho de hacerlas correr desbocadas hasta levantar al cielo su polvareda".</span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Roberto Salvatierra, Salta, invierno del 2003<br /></strong></span></div><span style="font-family: inherit;"><br /><br /></span><div align="justify"><span style="font-family: inherit;">"Álvaro Cormenzana se ha construido como un poeta que no publica. De esta manera, sus poemas adquieren mayor levedad: no pueden encontrarse en ningún libro, apenas tienen materia. Alguien ha leído hace años una fotocopia de los Poemas del Jigante y habla de ellos, otro lector descubre algunos versos en una antología agotada y los recuerda.<br />En Jujuy, he escuchado muchas veces a Álvaro recitando de memoria. Quizá suceda que, sin libro, sus palabras buscan aferrarse naturalmente a la voz".</span></div><div align="justify"><span style="font-family: inherit;"><br /><strong>Jorge Accame, San Salvador de Jujuy, agosto de 2003.</strong></span></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-49199104728273619612007-02-19T13:00:00.000-08:002008-11-13T02:27:50.453-08:00MAÑANA EN LA VENTANA, un poema de Fernando Toloza<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhBVsYIJNAxiI81XXy2ewW514OKjdyLtOSC8Ya-OTyhKRa_HZWqgfMttmHVDgUy7sk3Ia3RYkZM6l3Qk5XbB3ZUBHgWjFShn4ToQ-xLaCZs4XvO63pq8fxm1vnC6-cAfyhJqYNDqFL8ZI/s1600-h/untitled.bmp"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5033354200976227458" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhBVsYIJNAxiI81XXy2ewW514OKjdyLtOSC8Ya-OTyhKRa_HZWqgfMttmHVDgUy7sk3Ia3RYkZM6l3Qk5XbB3ZUBHgWjFShn4ToQ-xLaCZs4XvO63pq8fxm1vnC6-cAfyhJqYNDqFL8ZI/s200/untitled.bmp" border="0" /></a><br /><div>Fernando Toloza (Rosario, 1966 – 2005) estudió Letras en la Universidad Nacional de Rosario, fue ayudante en la cátedra de Literatura Europea II, cuando su titular era el poeta Aldo Oliva y estuvo entre los fundadores de la editorial Bajo la luna, en 1991. En 1993 ingresó en el diario La Capital, donde trabajó como periodista de espectáculos y editor del suplemento de Cultura. También fue colaborador de Diario de Poesía y se desempeñó como editor de las revistas Vasto Mundo y Lucera. El año pasado se editó en Rosario un libro de poemas que había dejado listo para la publicación, “Fuera de temporada”, al que pertenece este poema. (Nota: quienes estén interesados en conseguir este libro pueden escribir a lasvueltasdelcamino@gmail.com).<br /><br /></div><br /><div><em><strong>Mañana en la ventana</strong><br /><br />El aire es más pesado,<br />como para quedarse sentado aquí<br />con cada respiración.<br /><br />Yo tenía una forma alegre de despertar,<br />las mañanas cantaban para mí.<br />Hoy me levanto y el día me atrapa<br />en su ratonera.<br /><br />Cerré la puerta para esconderme.<br />Un golpe en la madera me molestó.<br />Era un llamado amable<br />y yo quería un hachazo.<br /><br />Me saludó y su saludo<br />era el desaire. No tenía que estar<br />ahí con mi cara de buey.<br />Pero insistí, porque el cuerpo<br />también es de buey.<br /><br />Cae la basura en una bolsa<br />desde el piso de arriba a la calle.<br />Ojalá me atreviera a tirar la mía.<br /><br />Otra vez estoy perdiendo el tiempo.<br />No amo a nadie ni sé qué es.<br />Me miro a mí mismo como una polilla<br />que gira alrededor de la lámpara.<br /><br />Me río porque estoy seco.<br />¡Qué jardín convertido en piedra!<br /><br />Están todos llenos de orgullo y yo,<br />con mi vergüenza, no hago más<br />que tropezar con ellos.<br /><br />Estoy contento, dijo el bobo.<br />Lo acepto sin necesidad<br />de que me lo digan.<br /><br />Pido perdón pero no<br />quiero ser olvidado.<br />Me miro allá lejos<br />y todavía no he despertado.<br />Sueño que me han querido,<br />el regalo de Reyes bajo el brazo<br />y la mañana de enero<br />junto al río temprano<br />para que nadie nos vea.<br />Fue una vez, como en los cuentos.<br />Para eso me ha servido la belleza:<br />cada mañana en la ventana<br />me está diciendo adiós.<br /></em></div><br /><div><strong><em>Fernando Toloza</em></strong></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-20384658386766385192007-02-11T19:16:00.000-08:002008-11-13T02:27:50.587-08:00"SIGO JUGANDO COMO DE CHICO JUGABA", fragmento de una entrevista a Juan Carlos Moisés por Osvaldo Aguirre<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOd-9K1kuOYPxSWT3euJi21rhRxTgAA6PZWS3eMJrqau5KB3btFYVSU61n5jgyStS7oyRwU4ShuO_SnAUs8nXqL6Rg9NMeDRjtUan7GIRCDwj_plZEbTuE5f2_akTziYhflyKChgXs4d4/s1600-h/dipasquale%20seman2.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5030485144390103554" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiOd-9K1kuOYPxSWT3euJi21rhRxTgAA6PZWS3eMJrqau5KB3btFYVSU61n5jgyStS7oyRwU4ShuO_SnAUs8nXqL6Rg9NMeDRjtUan7GIRCDwj_plZEbTuE5f2_akTziYhflyKChgXs4d4/s320/dipasquale%2520seman2.jpg" border="0" /></a> Juan Carlos Moisés (Sarmiento, Chubut, 1954) ha publicado "Poemas encontrados en un huevo" (1977), "Ese otro buen poema" (1983), "Querido mundo" (1988), "Animal teórico" (2004), "Museo de varias artes" (2006) y "Palabras en juego" (2006). Este es un fragmento de una entrevista realizada por correo electrónico a fines del año pasado.<br /><em><br /></em><br />-En "Palabras en juego" se habla de "una poesía que surge de la experiencia/ y una experiencia que surge de la poesía". ¿La experiencia, lo significativo de la experiencia, es perceptible sólo a la luz de la poesía? Por otra parte, en la experiencia que aparece en tus poemas hay una presencia fuerte de la infancia y el mundo familiar (sobre todo los tíos y la abuela, ¿por qué?)<br /></div><br /><br /><br /><div align="justify"><em>-En el principio, fue la experiencia. Mi infancia fue tan vital como sea posible imaginar. Y de pronto, al final de mi adolescencia, apareció la poesía como quien se levanta una mañana y se despierta en el cuerpo de Gregorio Samsa. No tuve opciones. Podría haber seguido como si nada hubiera pasado, pero me dejé tomar la mano por la poesía y me dejé llevar. No necesité "suicidarme", como dijo Hemingway, para tener algo de qué escribir; tenía a mi infancia. La poesía es una posibilidad de recrear la experiencia, y en mi caso de transformarla en un medio de conocimiento antes que de representación, como dijera Montale.<br />Lo de los tíos y la abuela, porque la chacra donde ellos vivían fue mi primer hogar, indistintamente con la casa de mis padres y las calles de mi pueblo. O más, fue mi "mundo alucinante". Podría entenderse así: una poesía que surge de tíos y tíos abuelos, de mi abuela María, de mi bisabuela Lorenza, de mi bisabuelo Blas, el más dramático de todos por su actividad política, y a su vez el más secreto porque nos fuimos enterando de a poco, y por qué no de mi padre, el más divertido de la fiesta. Después se me fue imponiendo un tío ficticio, no menos real: Samuel. Con una impronta teatral, y existencial, se advertirá. Mi mujer y mis hijos, entretanto, fueron el mundo privado en formación que me sostenía, y que también podía ser escrito.<br /></em></div><br /><br /><br /><div align="justify">-Las reversiones y las paradojas son frecuentes en tus últimos dos libros. Hay algo o bastante de juego y de humor, pero con un toquecito kafkiano, ¿no? Uno se queda con la sonrisa a medias, intuyendo que hay algo más que el sentido inmediato. </div><br /><br /><br /><div align="justify"><br /><em>.-La vida es un chiste contado por Kafka y actuado por Groucho. La solemnidad nunca me calzó bien. La vida no es un juego de niños, por cierto, pero sigo jugando con la escritura como de chico jugaba al fútbol, trepaba a los árboles o andaba a caballo. Sólo que la escritura también juega conmigo. En ese juego recíproco, de insospechadas tensiones, son inevitables las reversiones, las paradojas, las miradas en espejo, las contracaras, los movimientos coreográficos de las palabras, en mi caso, de uso medianamente cotidiano. El resultado son pérdidas y ganancias. Si coincidimos con Roland Barthes ("literatura es la pregunta menos la respuesta"), creo que entre el aire juguetón y el toque kafkiano se reparten en mis poemas las preguntas y las respuestas. Pero me parece que la literatura es algo más que preguntas y respuestas. Cuánto me gustaría poder lograr que el objeto llamado poema permitiera al lector poner en funcionamiento un mecanismo de percepción, y por lo pronto de reflexión, mediante el cual no tanto meramente complete lo que el autor omitió poner en el texto –que es lo de menos- sino que pudiera obtener otras combinaciones posibles.<br /></em></div><br /><br /><br /><div align="justify"><em><strong>Entrevista: Osvaldo Aguirre</strong></div></em>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-13623059134732776602007-02-10T04:13:00.000-08:002008-11-13T02:27:50.677-08:00IX<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir5ABSMKwvEXKvg0RYseFLXZQi4Yjc8-pItN8Thio06pd-gx1ORKXGZb0VJUZZsdE9j5hRAVUnZg07nqkGpiEbXdupqMRkpTqLxZT5hSijTxvkXQ_6MzcA0tSC-5ONQaX0yE24IebIpy0/s1600-h/laura_wittner___su_mam_.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5029882491758997650" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEir5ABSMKwvEXKvg0RYseFLXZQi4Yjc8-pItN8Thio06pd-gx1ORKXGZb0VJUZZsdE9j5hRAVUnZg07nqkGpiEbXdupqMRkpTqLxZT5hSijTxvkXQ_6MzcA0tSC-5ONQaX0yE24IebIpy0/s200/laura_wittner___su_mam_.jpg" border="0" /></a> <div align="left"><strong><em></em></strong></div><div align="left"><strong><em></em></strong></div><div align="left"><strong><em></em></strong></div><div align="left"><strong><em>Epigrama<br /></div></em></strong><div align="left"><em></em></div><div align="left"><em></em></div><div align="left"><em></em></div><div align="left"><em></em> </div><div align="left"><em>Dijiste algo y entendí mal.</em></div><div align="left"><em>Los dos reímos:</em></div><div align="left"><em>yo de lo que entendí,</em></div><div align="left"><em>vos de que yo festejara </em></div><div align="left"><em>semejante cosa que </em></div><div align="left"><em>habías dicho.</em></div><div align="left"><em>Como en la infancia,</em></div><div align="left"><em>fuimos felices por error.</em></div><br /><div><br /></div><div align="left"><em><strong>Laura Wittner</strong></em></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-17961356195176223992007-02-06T04:42:00.000-08:002008-11-13T02:27:50.821-08:00VIII<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhk0gtdzYaxGOHLQ3LISbie_zVNIrB_SvieIDS71ZAgFVA4JVQ6lidlLwi6A3IEdsX4AU2tyGs5IWW9WKPwBo0E3wTzcOwUUfNnsnl65wVa3IPvibZWAP5aif3jK7xUmY6-Kg9JA6Ddtzw/s1600-h/hojas.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028763518213493426" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhk0gtdzYaxGOHLQ3LISbie_zVNIrB_SvieIDS71ZAgFVA4JVQ6lidlLwi6A3IEdsX4AU2tyGs5IWW9WKPwBo0E3wTzcOwUUfNnsnl65wVa3IPvibZWAP5aif3jK7xUmY6-Kg9JA6Ddtzw/s320/hojas.jpg" border="0" /></a> <em>Parece que vino de campo adentro. Del potrero ahora abandonado. Raro, porque en general no están cerca de donde anda la gente. Y fue y se metió en el tronco hueco, el tronco muerto del paraíso.<br />Pero no podía quedarse ahí escondida. El Quédice la descubrió enseguida, por el olor. Se puso a ladrar como loco, los chicos lo seguían, y él iba y venía, alrededor del árbol, subía al tronco, bajaba y volvía a subir. Todo eso sin dejar de gruñir y ladrar. Quería sacarla, pero, ¿cómo iba a hacer? El agujero parecía demasiado estrecho, no sabía darse maña. Una cosa es cazar en la huella, o en la cuneta, aun en medio de los yuyos y del barro, y otra tratar de sacar algo que trata de mimetizarse con la tierra.<br />Los chicos gritaban, felices:<br />-¡Una comadreja! ¡Una comadreja!<br />El mayor, Facundo, alzó al Quédice y lo metió de cabeza en el tronco. Fue un momento en que los gruñidos del perro, el chillido de la comadreja, desde el fondo del árbol, y los gritos de alegría de los chicos hicieron una rara combinación.<br />Cuando el Quédice asomó su cabeza, tenía a la comadreja bien prendida del pescuezo. Agonizante, pero la sacudió varias veces antes de dejarla caer al suelo. Era negra y gorda, con dos franjas blancas en la cabeza.<br />-Una hembra –dijo el abuelo, más tarde, cuando la tuvo en el patio de la casa, ya bastante destrozada.<br />El Quédice se la llevó, para que la viera, como hace cada vez que tiene alguna presa para pavonearse.<br />*<br />El nombre del Quédice apuntaba a provocar una situación, que a veces se daba. Por lo menos yo la presencié.<br />-¿Cómo se llama el perro? –preguntó alguien.<br />-Quédice –respondió el abuelo.<br />-Que cómo se llama el perro.<br />-Quédice.<br />Y así hasta que el otro cayó.<br />Lo mismo con un ratonero, el Cuál:<br />-¿Cómo se llama?<br />-Cuál.<br />-Ese perro.<br />-Cuál.<br />-Ese.<br />Y así.</em> <div><br /><div align="justify"><br /><em><strong>Osvaldo Aguirre</strong> </em></div></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-33165222884620720942007-02-05T20:52:00.000-08:002008-11-13T02:27:51.029-08:00VII<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW6l5eqU8_TT6DEzHzfLBYY4Gz_EoeYMB0OHL_auYGjucAC5uMk8iyzgvw135Qaq54LNrKggYROMBkR7dl_ZgBe99a19dXUTV955JVuzynpvDSlwHH2483iRamcS3oV5AGQnFBWdFG7mA/s1600-h/tierra.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028755409315238514" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhW6l5eqU8_TT6DEzHzfLBYY4Gz_EoeYMB0OHL_auYGjucAC5uMk8iyzgvw135Qaq54LNrKggYROMBkR7dl_ZgBe99a19dXUTV955JVuzynpvDSlwHH2483iRamcS3oV5AGQnFBWdFG7mA/s320/tierra.jpg" border="0" /></a><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdyCsZlNFQ8r94RMCMkgoWRCTJgu_ekztVyIOX7e0SwxBz-9SxthKfEoVTcEaoLxsqu6eKVJTkLbQFBWMffF0IFnLDrCCuzqc_my5kpLt3KdjmAp_56TQV3dE4NF1UkHEUX9XlWeOrlmc/s1600-h/tarot-mini2.jpg"></a><em>AQUELLO que no se puede<br />aquello que no es posible<br />aquello que nadie puede<br />precisamente<br />aquello<br />que ya no puedo<br />ni tú puedes<br />ni él<br />aquello<br />precisamente<br />que no puede nadie<br />ni hoy<br />ni nunca<br />precisamente aquello<br />aquello es<br />precisamente<br />precisamente</em><br /><br /><div><br /><div><br /><div><br /><div><br /><div><br /><p><em><strong>Hugo Gola, Filtraciones.</strong></em></p></div></div></div></div></div></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-67727520159854463142007-02-05T20:50:00.000-08:002008-11-13T02:27:51.136-08:00VI<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAdPOCbaTHvokvfvleq-WYY8lkGyK2fXQfVhq6KWuTL0XHjIu4slClohkq9HcfumTMcwN_GoOE7sRIEue0yaoSNcSPAg9k35dpKsgK1ZxdjRPksUvv9KIzU8Ln5gADoY_UDY2D3YX8n8o/s1600-h/libro+abierto.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028765141711131346" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAdPOCbaTHvokvfvleq-WYY8lkGyK2fXQfVhq6KWuTL0XHjIu4slClohkq9HcfumTMcwN_GoOE7sRIEue0yaoSNcSPAg9k35dpKsgK1ZxdjRPksUvv9KIzU8Ln5gADoY_UDY2D3YX8n8o/s320/libro+abierto.jpg" border="0" /></a><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiwmW5d4X0illlzJHRRxibmoSgJ7uxswCnV7Vv4V9E9U1L9smcosDVkiIfpLlQZwmBtCt_V1HPUZ2BfVWe5gMDuZesouhgewAK_p4T-0t-ZkIqwbPEOgOdgzdgEl-bfXCF45VHpx2m_V-Y/s1600-h/libro+abierto.jpg"></a><br /><br /><div> </div><div><br /><div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2PPgun-0fvmO0VNFVSjF3r0FhHEfofYO9IqYGQ8sQIguuS3f8lU7DCimuxI3uS_beymJmVRyfNrguIv6LGmgiKS_rI3GnkmUE1uYKvi9P2yvE2ujIlqf0ch6inYzNGGYGJ-Qbrc09Wwo/s1600-h/huellas.jpg"></a><em>Cuando nací, el único volumen en la biblioteca de mis padres era un viejo diccionario impreso en 1917. El resto, un desierto. Había que escribir muchos libros para llenar el vacío de esos estantes, para tapar el hueco. Aunque sólo fueran muchos libros fantasmas para que el hueco siguiera ahí de cuerpo presente.<br />(...) Leía todo el día el único libro de mi casa: aquel diccionario español impreso en 1917. Lleno de españolismos. Ahora pienso que de ahí me queda algún toque "arcaizante" en el léxico. Lo leía de la A a la Z, un poco todos los días sin saltear palabra. Casi como un misal.<br /></em><br /><em><strong>Héctor Libertella, La arquitectura del fantasma.</strong></em> </div></div></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-58527642924282831752007-01-21T08:53:00.001-08:002008-11-13T02:27:51.147-08:00IV<div align="justify"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgxv1psWY1sw4wxBZ-nm4p49X7mOaLlPXTghukALD5abBjvW-ufie5czX_SJZPjQ2rENQgnfVYkVQxtKV58_xbYS7KIboijCxVmDtj0T_a9BjDi4d1rmff1mNkwkOtyM6WL2BDxWh41wHA/s1600-h/Entre_los_eucaliptos.jpg"></a><span style="color:#333333;"><em>Año 1939. 16 de Septiembre. Mi madre en la mesa dice "no puedo levantar el tenedor". Diez minutos más tarde, con los ojos turbios y por tenderla ya en la cama, me ordena "vos a tomar la sopa, que se te enfría". 5 horas después, mi madre ya no vive. En la casa comienzan los llantos, las gentes extrañas, las cosas desusadas. En la casa ha entrado la muerte. En la casa flamante, con la que mi madre había soñado durante años. 16 de Septiembre, casi primavera. Estaban en flor los rosales, el jazminero, los nísperos, la glicina y mi madre. Mi madre estaba en flor: 39 años. Pero la muerte es así. Para la muerte las flores no cuentan antes, ni cuando pasa y se está yendo. De nada vale rodearse o despedirnos con flores. O ser flor.<br />La casa estaba cercada de eucaliptos. Bajaban los benteveos y cantaban a la hora de la muerte. Todo era extraño para mí, hasta mi abuela materna maldiciendo en napolitano o romano al Corazón de Jesús (con una ramita de olivo). Siempre siguió siendo una pesadilla el benteveo, el eucalipto, la casa sola y llena de gente. La muerte siempre resulta extraña. El recuerdo, a veces, es una lágrima color de cielo y tierra y otras, un abrazo para toda la vida, olvidado y presente.<br />Y yo escribo sobre el paño velado que deja la muerte. Sobre el polvo definitivo que nace ese día. Sobre mi madre y mi casa que ya no están. Sobre la pesadilla del cielo que sostengo con estas manos. Sobre mil flores nacidas hasta hoy y que siempre miré como un homenaje a Vicenta Groppa de Alvarez y su casa de Laborde, su casa de inmigrante, que por fin la tuvo para morirse en ella a los dos meses de estrenarla.<br /></em></span><br /><br /><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em></em></span></div><br /><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em></em></span></div><br /><br /><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em>Néstor Groppa, Este Otoño.<br /></div></em></span></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-71330192504381456252007-01-21T08:50:00.000-08:002008-11-13T02:27:51.306-08:00III<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWurvn-CYgMGAN4_lS1MPONe32TD28jwLtqclBA6j6Es6TbErb0XR9uxTVxe_CAokmmXW2eaAhCW1qMbMVt5G3D4cQ05BxaHiwsSSqLgoUJc3FyB2rxPVJLM0uGsP7uOylWPV5702sHaA/s1600-h/tierra_3.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028638672104133186" style="DISPLAY: block; MARGIN: 0px auto 10px; CURSOR: hand; TEXT-ALIGN: center" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjWurvn-CYgMGAN4_lS1MPONe32TD28jwLtqclBA6j6Es6TbErb0XR9uxTVxe_CAokmmXW2eaAhCW1qMbMVt5G3D4cQ05BxaHiwsSSqLgoUJc3FyB2rxPVJLM0uGsP7uOylWPV5702sHaA/s320/tierra_3.jpg" border="0" /></a><br /><div align="justify"><br /><span style="color:#333333;"><em>-¿Llorabas? –le preguntaba yo.<br />-No. Era tonto llorar.<br />Su risa loca la dominaba otra vez, sacaba a nuestro gato, Sigurd, de la cesta, lo tomaba entre sus brazos y lo mecía como a un bebé.<br />-Si me quieres, Sigurd, mueve la oreja una vez.<br />Y Sigurd movía la oreja.<br />-Si quieres a Jacques y a Jean, muévela dos veces.<br />Sigurd la movía dos veces.<br />-¿Y a André? Si lo quieres, muévela tres veces.<br />Y Sigurd no movía la oreja para nada.<br />Mi padre levantaba los hombros, molesto.<br />-Tiene su gracia ese tonto, pero cada vez hace la misma cosa. Sin embargo, a mí me gustan mucho los gatos, como al cardenal Richelieu. ¡Sigurd!<br />-Él lo dice en broma –y ella continuaba- ¿No es cierto que quieres a André, y que lo quieres mucho?<br />Y Sigurd movía las dos orejas con mucha rapidez, como un pequeño asno incomodado por las moscas.<br />Yo demoré mucho tiempo en descubrir el truco; sin embargo era de una simplicidad casi infantil. Un soplo. Casi nada. Mi madre, imperceptiblemente, soplaba en la oreja del gato, un instante.<br />-Tu madre es un hada –decía papá.<br />Era por eso que yo tenía miedo, cuando ella me leía cuentos, de que desapareciera en la historia como las hadas que evocaba. </em></span></div><br /><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em><br /></div></em></span><br /><div align="justify"><span style="color:#333333;"><em><strong>Jacques Prévert, Infancia.</strong></em></span></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-86462270652863798632007-01-21T08:49:00.000-08:002007-02-07T03:40:54.145-08:00II<div align="justify"><em><span style="color:#333333;">Los amigos que nos visitan vienen a intercambiar la vida en la mesa redonda del secreto. La intensidad que nos une a través de la palabra pelea con fuerza para alcanzar su sueño. Nos cuesta sintetizar lo que nos sale afuera o nos penetra, pero concretamos la comprensión de un avance. Al despedirnos quisiéramos seguir estando juntos para soportar unidos lo que nos apasiona. Y nos vamos padeciendo atracciones y rechazos que nos acompañan para integrar nuestra acción.<br /></span></em></div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"></span></em></div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"><strong></strong></span></em></div><br /><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"><strong></strong></span></em></div><br /><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"><strong>Francisco Gandolfo, Presencia del secreto.</strong></span></em></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2987822063702958624.post-12167250935080330672007-01-21T08:44:00.000-08:002008-11-13T02:27:51.635-08:00I<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH5pP0wxo92BURgVy7Dtn9-5161YIGAigZS7RSrWccDRf5GKdjgaxphUw2rsd3wcna_9EBBf1KHfYEgf2lUxWqnLDJ2TxifyAbP2Z_-AhiBxk5mhfZqy9cb_zxUO4ZkCTdKiZ0F_QcC2k/s1600-h/el+mago.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028762513191146146" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjH5pP0wxo92BURgVy7Dtn9-5161YIGAigZS7RSrWccDRf5GKdjgaxphUw2rsd3wcna_9EBBf1KHfYEgf2lUxWqnLDJ2TxifyAbP2Z_-AhiBxk5mhfZqy9cb_zxUO4ZkCTdKiZ0F_QcC2k/s200/el+mago.jpg" border="0" /></a><br /><div><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd2YHCg6DkiVtj6TEF2JuutN6Hgdak-B-ZiH-H8nxBMYbnxHKUFjPj6lDBkVk59ZBSWfozu-E2Q1HogcW6YfWUl6ciAMxvtwEWd5ywHMxsQr37wdcdw_0jDnmbwzWhnNQzoOMgmGZ7FLw/s1600-h/el+ermitaño.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5028762315622650514" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjd2YHCg6DkiVtj6TEF2JuutN6Hgdak-B-ZiH-H8nxBMYbnxHKUFjPj6lDBkVk59ZBSWfozu-E2Q1HogcW6YfWUl6ciAMxvtwEWd5ywHMxsQr37wdcdw_0jDnmbwzWhnNQzoOMgmGZ7FLw/s200/el+ermita%C3%B1o.jpg" border="0" /></a><br /><br /><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"></span></em></div><br /><br /><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"></span></em></div><br /><br /><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"></span></em> </div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"></span></em> </div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;">Cosas que me pasaron durante la infancia me están sucediendo recién ahora.<br /></span></em><em><span style="color:#333333;"><strong></strong></span></em></div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"><strong></strong></span></em> </div><div align="justify"><em><span style="color:#333333;"><strong>Arnaldo Calveyra, Apprende le français.</strong></span></em></div></div>Selva Dipasqualehttp://www.blogger.com/profile/16452693114757202677noreply@blogger.com0